BASES FILOSÓFICAS DE LA FRANCMASONERÍA.
En diversos escritos, varios masones sostienen que la Francmasonería se inicia como fenómeno sociológico en Europa, lo que justifica que el presente ensayo se fundamente en la historia del pensamiento europeo. Algunos autores consideran que dicha historia del pensamiento europeo ha tenido tres épocas. Épocas que han producido intensa y prolongada reflexión, impregnando con algo novedoso la acción y el pensamiento, de la cual no estuvo exentan nuestra orden masónica.
Sin embargo, al decir que el pensamiento y la acción se basan en cada una de las tres ideas no significa que las ideas se elaboran de antemano con abstracción de todo estudio detallado de los hechos, y que, una vez que se tiene estas ideas, de forma abstracta y completa, los seres humanos empiezan a levantar sobre ella una superestructura detallada. En todo caso alude a una relación lógica y no temporal.
En ciencia, lo mismo que en economía, ética o derecho, los seres humanos empiezan tratando los problemas concretos a medida que van surgiendo. Sólo una vez que los problemas se han acumulado en proporciones considerables suelen reflexionar sobre la labor realizada, para descubrir que la han estado efectuando, de un modo metódico, de acuerdo con principios de los que hasta entonces no se habían percatado.
Sería una exageración pensar que un período de trabajo del pensamiento o de la acción, sea seguido por un período de reflexión sobre los principios lógicamente subyacentes. De hecho, toda acción rara vez esta libre de reflexión. Y esta reflexión repercute en la acción, porque cuando la gente cobra conciencia de los principios con los que ha estado pensando y actuando, se percata de algo que ha tratado de hacer, esto es, desarrolla las implicaciones lógicas de esos principios.
En ciencia, lo mismo que en economía, ética o derecho, los seres humanos empiezan tratando los problemas concretos a medida que van surgiendo. Sólo una vez que los problemas se han acumulado en proporciones considerables suelen reflexionar sobre la labor realizada, para descubrir que la han estado efectuando, de un modo metódico, de acuerdo con principios de los que hasta entonces no se habían percatado.
Sería una exageración pensar que un período de trabajo del pensamiento o de la acción, sea seguido por un período de reflexión sobre los principios lógicamente subyacentes. De hecho, toda acción rara vez esta libre de reflexión. Y esta reflexión repercute en la acción, porque cuando la gente cobra conciencia de los principios con los que ha estado pensando y actuando, se percata de algo que ha tratado de hacer, esto es, desarrolla las implicaciones lógicas de esos principios.
Las acciones y pensamientos que estudian los hechos naturales se llaman ciencia, mientras que la reflexión de los principios de cualquier comportamiento del pensamiento y la acción se llama filosofía. En este orden, primero tiene que presentarse la acción para que la reflexión tenga algo sobre que reflexionar, pero ambos se hallan tan íntimamente entrelazados, que la acción no puede marchar largo tiempo sin que comience la reflexión y que ésta repercuta sobre aquella, de la que ha surgido.
Según esto, cada base filosófica que podemos señalar surge de giros interpretativos de la reflexión, lo que, a su vez, implica que nada esta finalizado en la construcción reflexiva y actuante. Por el contrario, la apertura a nuevas reflexiones y acciones es posible por libre voluntad humana.
A los seres humanos fuertes tomar conciencia de los principios subyacentes les proporciona un nuevo vigor, una nueva firmeza en su manera de abordar los problemas. Los débiles recuerdan el principio pero olvidan los problemas al que se aplica lo que origina graves consecuencias dogmáticas.
Dicho esto, os presento un ensayo de algunas de las bases filosóficas de la Francmasonería:
Según esto, cada base filosófica que podemos señalar surge de giros interpretativos de la reflexión, lo que, a su vez, implica que nada esta finalizado en la construcción reflexiva y actuante. Por el contrario, la apertura a nuevas reflexiones y acciones es posible por libre voluntad humana.
A los seres humanos fuertes tomar conciencia de los principios subyacentes les proporciona un nuevo vigor, una nueva firmeza en su manera de abordar los problemas. Los débiles recuerdan el principio pero olvidan los problemas al que se aplica lo que origina graves consecuencias dogmáticas.
Dicho esto, os presento un ensayo de algunas de las bases filosóficas de la Francmasonería:
La primera base filosófica se basa en que el mundo natural se halla impregnado por la mente. Considerándose que la mente es la fuente de esa regularidad y orden del mundo cuya existencia hace posible el pensamiento y la acción. Se vio al mundo como el mundo de cuerpos en movimiento. Los movimientos, de acuerdo con este principio, se debía a la vitalidad o “alma”; pero una cosa es el movimiento en si mismo, y otra es el orden. El orden estaba logrado por la mente, considerada como el elemento gobernante, dominador o regulador, tanto de sí mismo como de su cuerpo y de lo que lo rodea.
Como el mundo no es sólo un mundo de movimiento incesante, y por lo tanto, vivo, sino también un mundo de movimiento ordenado o regular, esto permite conceptuar que el mundo no sólo vive sino que es inteligente, con lo que todo lo existente deja de ser un enorme animal con alma o vida propia y es aceptado como un animal racional con su propia mente. Esto permite afirmar que la vida y la inteligencia de los seres que habitan la tierra representa una organización especializada de esta vitalidad y racionalidad que todo lo impregna, de suerte que, una planta o un animal participa psíquicamente, en su propia medida, del proceso vital del “alma” del mundo, e intelectualmente de la actividad de la “mente” del mundo, así como participa materialmente en la organización física del “cuerpo” del mundo.
Podemos compartir la creencia de que las plantas y los animales son físicamente afines a la tierra, pero la idea de un parentesco psíquico e intelectual es extraña para los seres humanos de hoy, esto, porque estamos impregnados de las otras dos bases filosóficas. De esta primera base filosófica subsiste en la Masonería la creencia de la inmortalidad del alma.
La segunda base filosófica surge como una reflexión contra la primera base filosófica. El punto central de la antitesis radicó en la negación de que el mundo sea un organismo, y por lo tanto, que este provisto de inteligencia o vida. Según este segundo principio, el mundo es incapaz de ordenar sus propios movimientos de un modo racional y es incapaz de moverse a sí mismo. Los movimientos le son impuestos desde fuera y su regularidad se debe a leyes también impuestas desde fuera. En lugar de ser un organismo, el mundo natural es una máquina, en el sentido literal y propio de la palabra, una disposición de partes corporales diseñada, montada y puesta en marcha, con un propósito definido, por un ser inteligente que está fuera de ella. Ambas bases filosóficas comparten, sin embargo, el sustento de que el orden del mundo es una expresión de inteligencia, pero la diferencia esta en que la inteligencia es propia del mundo en la primera cosmovisión, mientras en la segunda la inteligencia es del creador y gobernante divino de todo. Esta distinción constituye la clave de todas las diferencias entre la primera y segunda base filosófica.
Cada uno de estas bases filosóficas fue seguido por un movimiento en el cual el centro del interés se desplazó de la naturaleza a la mente. En la primera base filosófica este desplazamiento desde la naturaleza a lo ético y lógico origino que la teoría de la mente se constituye en el nuevo centro y lo natural pasó a tener rol secundario.
En la primera base filosófica, la mente esta en la naturaleza, la mente esta en el cuerpo, y en el cuerpo se manifiesta por el dominio de él. Sin embargo, cuando se vieron forzados a reconocer que la mente trasciende al cuerpo, como cuando afirma la doctrina de la inmortalidad del alma racional, esto es, que no es afectado por el nacimiento o muerte del cuerpo que lo alberga, se hallan desconcertados por no saber cómo puede ser esto.
En la segunda base filosófica se invierte esta situación de dos formas distintas. Unos plantean que el cuerpo es una sustancia y la mente otra y cada una opera con independencia de la otra y de acuerdo con sus propias leyes. Entonces el axioma fundamental de la primera base filosófica era que la mente es la inmanencia del cuerpo; mientras que en el segundo principio filosófico, la mente es la trascendencia del cuerpo. Sin embargo, la trascendencia no llega al extremo del dualismo, sino que las conectan de algún modo, y dicha conexión la encuentran en el creador. En lo que respecta al ser humano individual se recurre a la glándula pineal, que une el cuerpo con el alma. Otros proponen que el cuerpo y la mente son dos atributos distintos de una misma sustancia, y cada uno, como atributo, trasciende completamente al otro.
En esta segunda base filosófica cuando se desplaza el centro de gravedad desde la naturaleza a la mente, el problema de la naturaleza tuvo que formularse diciendo que la mente hace a la naturaleza, y por tanto, la naturaleza es un producto subalterno de la actividad autónoma y autoexistente de la mente.
Pero esto no quiere decir que lo natural es en sí mismo mental, por el contrario, arranca del supuesto de que la naturaleza es radicalmente no mental, es decir, mecánica; y han mantenido el supuesto que lo natural es ajeno o incluso opuesto a lo mental. De otro lado, tampoco quiere decir que lo natural sea una ilusión o sueño de la mente, algo que no existe, por el contrario, se mantiene la propuesta de que la naturaleza es una obra de la mente, pero obra realmente producida y, por lo mismo que es producida realmente, es que existe en realidad. Este aspecto de la segunda base filosófica estaría representado en nuestra orden masónica por la escuadra y el compás así como por la relación existente entre ellos en cada grado simbólico.
Es necesaria esta aclaración, pues las influencias de la tercera base filosófica pueden impedir comprender cabalmente la segunda base filosófica. La influencia de la tercera base filosófica nos permite despojarnos de las ideas de nuestros ancestros, pero este despojo puede inhabilitarnos para hacer afirmaciones históricas acerca de las ideas que ya no comprendemos. Podemos atrevernos a dar afirmaciones como que “las características materiales son apariencias ilusorias de ciertas características mentales” lo que es una afirmación falsa acerca de algo que no se comprenden.
La visión de la primera base filosófica que sostenía que lo natural es un organismo inteligente se basaba en la analogía, una analogía entre el mundo natural y el ser humano individual, que comienza por encontrar en sí mismo, como individuo, ciertas características y pasa a pensar que lo natural posee características semejantes. El hombre en su propia autoconciencia llega a pensar de sí mismo como un cuerpo cuyas partes se hallan constantemente en rítmicos movimientos, delicadamente ajustados entre sí para preservar la vitalidad del todo, y, encuentra a la vez que es una mente que dirige las actividades de este cuerpo de acuerdo con sus propios deseos. Se explica el mundo total de la naturaleza como un macrocosmos análogo a este microcosmos humano. En logia de primer grado este equilibrio entre el macrocosmos y el microcosmos estaría representado por la Estrella de David. Según esta base filosófica si el Templo masónico es un lugar consagrado que representa al Universo, entonces también representa al ser humano.
Como el mundo no es sólo un mundo de movimiento incesante, y por lo tanto, vivo, sino también un mundo de movimiento ordenado o regular, esto permite conceptuar que el mundo no sólo vive sino que es inteligente, con lo que todo lo existente deja de ser un enorme animal con alma o vida propia y es aceptado como un animal racional con su propia mente. Esto permite afirmar que la vida y la inteligencia de los seres que habitan la tierra representa una organización especializada de esta vitalidad y racionalidad que todo lo impregna, de suerte que, una planta o un animal participa psíquicamente, en su propia medida, del proceso vital del “alma” del mundo, e intelectualmente de la actividad de la “mente” del mundo, así como participa materialmente en la organización física del “cuerpo” del mundo.
Podemos compartir la creencia de que las plantas y los animales son físicamente afines a la tierra, pero la idea de un parentesco psíquico e intelectual es extraña para los seres humanos de hoy, esto, porque estamos impregnados de las otras dos bases filosóficas. De esta primera base filosófica subsiste en la Masonería la creencia de la inmortalidad del alma.
La segunda base filosófica surge como una reflexión contra la primera base filosófica. El punto central de la antitesis radicó en la negación de que el mundo sea un organismo, y por lo tanto, que este provisto de inteligencia o vida. Según este segundo principio, el mundo es incapaz de ordenar sus propios movimientos de un modo racional y es incapaz de moverse a sí mismo. Los movimientos le son impuestos desde fuera y su regularidad se debe a leyes también impuestas desde fuera. En lugar de ser un organismo, el mundo natural es una máquina, en el sentido literal y propio de la palabra, una disposición de partes corporales diseñada, montada y puesta en marcha, con un propósito definido, por un ser inteligente que está fuera de ella. Ambas bases filosóficas comparten, sin embargo, el sustento de que el orden del mundo es una expresión de inteligencia, pero la diferencia esta en que la inteligencia es propia del mundo en la primera cosmovisión, mientras en la segunda la inteligencia es del creador y gobernante divino de todo. Esta distinción constituye la clave de todas las diferencias entre la primera y segunda base filosófica.
Cada uno de estas bases filosóficas fue seguido por un movimiento en el cual el centro del interés se desplazó de la naturaleza a la mente. En la primera base filosófica este desplazamiento desde la naturaleza a lo ético y lógico origino que la teoría de la mente se constituye en el nuevo centro y lo natural pasó a tener rol secundario.
En la primera base filosófica, la mente esta en la naturaleza, la mente esta en el cuerpo, y en el cuerpo se manifiesta por el dominio de él. Sin embargo, cuando se vieron forzados a reconocer que la mente trasciende al cuerpo, como cuando afirma la doctrina de la inmortalidad del alma racional, esto es, que no es afectado por el nacimiento o muerte del cuerpo que lo alberga, se hallan desconcertados por no saber cómo puede ser esto.
En la segunda base filosófica se invierte esta situación de dos formas distintas. Unos plantean que el cuerpo es una sustancia y la mente otra y cada una opera con independencia de la otra y de acuerdo con sus propias leyes. Entonces el axioma fundamental de la primera base filosófica era que la mente es la inmanencia del cuerpo; mientras que en el segundo principio filosófico, la mente es la trascendencia del cuerpo. Sin embargo, la trascendencia no llega al extremo del dualismo, sino que las conectan de algún modo, y dicha conexión la encuentran en el creador. En lo que respecta al ser humano individual se recurre a la glándula pineal, que une el cuerpo con el alma. Otros proponen que el cuerpo y la mente son dos atributos distintos de una misma sustancia, y cada uno, como atributo, trasciende completamente al otro.
En esta segunda base filosófica cuando se desplaza el centro de gravedad desde la naturaleza a la mente, el problema de la naturaleza tuvo que formularse diciendo que la mente hace a la naturaleza, y por tanto, la naturaleza es un producto subalterno de la actividad autónoma y autoexistente de la mente.
Pero esto no quiere decir que lo natural es en sí mismo mental, por el contrario, arranca del supuesto de que la naturaleza es radicalmente no mental, es decir, mecánica; y han mantenido el supuesto que lo natural es ajeno o incluso opuesto a lo mental. De otro lado, tampoco quiere decir que lo natural sea una ilusión o sueño de la mente, algo que no existe, por el contrario, se mantiene la propuesta de que la naturaleza es una obra de la mente, pero obra realmente producida y, por lo mismo que es producida realmente, es que existe en realidad. Este aspecto de la segunda base filosófica estaría representado en nuestra orden masónica por la escuadra y el compás así como por la relación existente entre ellos en cada grado simbólico.
Es necesaria esta aclaración, pues las influencias de la tercera base filosófica pueden impedir comprender cabalmente la segunda base filosófica. La influencia de la tercera base filosófica nos permite despojarnos de las ideas de nuestros ancestros, pero este despojo puede inhabilitarnos para hacer afirmaciones históricas acerca de las ideas que ya no comprendemos. Podemos atrevernos a dar afirmaciones como que “las características materiales son apariencias ilusorias de ciertas características mentales” lo que es una afirmación falsa acerca de algo que no se comprenden.
La visión de la primera base filosófica que sostenía que lo natural es un organismo inteligente se basaba en la analogía, una analogía entre el mundo natural y el ser humano individual, que comienza por encontrar en sí mismo, como individuo, ciertas características y pasa a pensar que lo natural posee características semejantes. El hombre en su propia autoconciencia llega a pensar de sí mismo como un cuerpo cuyas partes se hallan constantemente en rítmicos movimientos, delicadamente ajustados entre sí para preservar la vitalidad del todo, y, encuentra a la vez que es una mente que dirige las actividades de este cuerpo de acuerdo con sus propios deseos. Se explica el mundo total de la naturaleza como un macrocosmos análogo a este microcosmos humano. En logia de primer grado este equilibrio entre el macrocosmos y el microcosmos estaría representado por la Estrella de David. Según esta base filosófica si el Templo masónico es un lugar consagrado que representa al Universo, entonces también representa al ser humano.
La visión de la segunda base filosófica sostiene que la naturaleza es una máquina y también tiene su origen analógico en un orden de ideas muy diferentes. La primera idea era aceptar la idea de un Dios creador y omnipotente. La segunda idea era aceptar la experiencia humana de idear y construir.
En el siglo XVI la imprenta y el molino de viento, la palanca, la bomba y la polea, el reloj y la carretilla y toda una serie de máquinas en uso eran artificios empleados en la vida diaria. Los masones operativos medievales forman parte de esta experiencia humana constructora. Todo el mundo entendía la índole de una máquina y la experiencia de construir y emplear instrumentos se había convertido en una parte de la conciencia del hombre europeo. No es difícil dar el paso hasta llegar a la proposición: Dios es a la naturaleza como el constructor es a un reloj o una catedral. Legado de esta segunda base filosófica, tenemos en la orden masónica, el principio G.·. A.·. D.·. U.·.
La tercera base filosófica no es menos tributaria de las anteriores concepciones cosmológicas, pero difiere de ambas en rasgos fundamentales. No es fácil describir con precisión las diferencias por que el movimiento es aún bastante joven y no ha tenido tiempo todavía de madurar sus ideas como para permitir una exposición sistemática. Me atrevería a decir, que más que ante una nueva base filosófica nos hallamos ante un gran número de nuevos experimentos. Sin embargo, podemos descubrir el género de experiencia en que se basa y señalar así el punto de arranque del movimiento.
También este principio, como sus predecesores, está basado en una analogía. Así como la primera base filosófica se basa en la analogía entre la naturaleza macrocósmica y el hombre microcósmico, y la segunda base filosófica se basa en la analogía entre la naturaleza que es obra del creador y las máquinas que son obra del hombre, la visión de la tercera base filosófica se basa en la analogía entre los procesos del mundo natural tal como los estudian los hombres de ciencia por un lado y las vicisitudes de los asuntos humanos tal como las estudian los historiadores por otro lado.
Lo mismo que en la segunda base filosófica, tampoco el tercer principio pudo empezar a operar antes que no estuvieran cumplidas ciertas condiciones. La segunda base filosófica surgió de una amplia familiaridad con la construcción y el manejo de las máquinas.
Esta familiaridad llego a su plenitud en Europa en el siglo XVI. La tercera base filosófica no pudo surgir sino de una amplia familiaridad con los estudios históricos y en particular con los estudios históricos que colocaban la idea del progreso, cambio o desarrollo en el centro mismo y la reconocían como la categoría fundamental del pensamiento histórico. Este tipo de historia aparece por primera vez en el siglo XVIII, en la obra “El Siglo de Luís XIV” de Voltaire. Luego de muchos años, la idea de “progreso” se convirtió en la idea que en años posteriores se haría famosa bajo el rótulo de “evolución”.
En su sentido más restringido la palabra evolución alude a que las especies orgánicas no constituyen un repertorio fijo de tipos permanentes, sino que, comienzan a existir en el tiempo y también acaban con el tiempo. Extrapolando esta concepción a otros campos; incluyendo la ética, economía y política; lo que se busca es resolver el viejo dualismo entre los elementos cambiantes y los elementos inmutables de la naturaleza asegurando que lo que esta entonces se había considerado como inmutable, en realidad, esta sujeto a cambio.
Cuando esta tendencia actúa sin freno alguno y se elimina por completo la idea de que haya elementos inmutables, el resultado puede denominarse evolucionismo radical, una doctrina que apenas si ha llegado a su madurez en el siglo XX y que fue expuesta sistemáticamente por primera vez por Bergson.
El origen de esta tendencia, hay que buscarlo en el movimiento histórico de la segunda mitad del siglo XVIII y su desarrollo ulterior en el curso del siglo XIX. La idea de evolución significó una crisis de primer orden en la historia del pensamiento humano y la orden masónica no se libra de ella.
Esto sucede porque la crítica hecha al evolucionismo no condujo a un examen más detenido de la idea misma, por el contrario, produjo la creencia de que semejante examen no vale la pena. La razón de ello es dar respuesta a la pregunta ¿en qué condiciones es posible el conocimiento?
La primera base filosófica aceptaba que nada se puede conocer como no sea inmutable. En este principio, el mundo natural es un mundo de un cambio incesante que todo lo invade. Con lo que se puede concluir que es imposible cualquier ciencia de lo natural. La segunda base filosófica esquivó esta conclusión con un “distingo”. Se reconocía que el mundo natural, tal como aparece a nuestros sentidos es incognoscible; pero detrás de este mundo de cualidades secundarias había otras cosas, los objetos verdaderos, que se podían conocer porque son inmutables.
En primer lugar teníamos la “sustancia” o “materia”, no sometida ella misma al cambio, pero cuyas posiciones y ordenamientos cambiantes constituían las realidades cuya apariencia sensible adoptaba la forma de las cualidades secundarias. En segundo lugar teníamos las “leyes” de acuerdo con las cuales cambiaban esas posiciones y ordenamiento. Estas dos cosas, la materia y la ley natural, constituían lo inmutable para la segunda base filosófica. En logia abierta, la ley natural de esta segunda base filosófica estaría representada por el Volumen de la Ley Sagrada.
Y ¿cuál es la relación entre la materia y la ley natural? Podríamos decir que nos hallamos ante la misma cosa dicha dos veces. La razón para decir ello surge de la supuesta necesidad de que haya algo inmutable, de acuerdo al axioma que prevalecía entonces, y, por lo mismo cognoscible detrás del espectáculo cambiante que, por ello, era incognoscible.
Este algo inmutable se buscó en dos direcciones a la vez, o dicho de otra manera, fue descrito por medio de dos vocabularios. En primer lugar se buscó, apartándose de la naturaleza tal como la percibimos, de suerte que no quedara sino un residuo en la forma de un mundo cognoscible exento del cambio. Este algo inmutable fue descrito con el vocabulario del materialismo, entendido como el intento de comprender las cosas preguntándose por aquello de lo que estaban hechos. En segundo lugar se buscó si había relaciones inmutables entre las cosas cambiantes, también conocido como el vocabulario del idealismo, esto es, el intento de comprender de qué “forma” se le ha impreso a los objetos para que se diferencien de aquello de lo cual están hechos.
En el siglo XVI la imprenta y el molino de viento, la palanca, la bomba y la polea, el reloj y la carretilla y toda una serie de máquinas en uso eran artificios empleados en la vida diaria. Los masones operativos medievales forman parte de esta experiencia humana constructora. Todo el mundo entendía la índole de una máquina y la experiencia de construir y emplear instrumentos se había convertido en una parte de la conciencia del hombre europeo. No es difícil dar el paso hasta llegar a la proposición: Dios es a la naturaleza como el constructor es a un reloj o una catedral. Legado de esta segunda base filosófica, tenemos en la orden masónica, el principio G.·. A.·. D.·. U.·.
La tercera base filosófica no es menos tributaria de las anteriores concepciones cosmológicas, pero difiere de ambas en rasgos fundamentales. No es fácil describir con precisión las diferencias por que el movimiento es aún bastante joven y no ha tenido tiempo todavía de madurar sus ideas como para permitir una exposición sistemática. Me atrevería a decir, que más que ante una nueva base filosófica nos hallamos ante un gran número de nuevos experimentos. Sin embargo, podemos descubrir el género de experiencia en que se basa y señalar así el punto de arranque del movimiento.
También este principio, como sus predecesores, está basado en una analogía. Así como la primera base filosófica se basa en la analogía entre la naturaleza macrocósmica y el hombre microcósmico, y la segunda base filosófica se basa en la analogía entre la naturaleza que es obra del creador y las máquinas que son obra del hombre, la visión de la tercera base filosófica se basa en la analogía entre los procesos del mundo natural tal como los estudian los hombres de ciencia por un lado y las vicisitudes de los asuntos humanos tal como las estudian los historiadores por otro lado.
Lo mismo que en la segunda base filosófica, tampoco el tercer principio pudo empezar a operar antes que no estuvieran cumplidas ciertas condiciones. La segunda base filosófica surgió de una amplia familiaridad con la construcción y el manejo de las máquinas.
Esta familiaridad llego a su plenitud en Europa en el siglo XVI. La tercera base filosófica no pudo surgir sino de una amplia familiaridad con los estudios históricos y en particular con los estudios históricos que colocaban la idea del progreso, cambio o desarrollo en el centro mismo y la reconocían como la categoría fundamental del pensamiento histórico. Este tipo de historia aparece por primera vez en el siglo XVIII, en la obra “El Siglo de Luís XIV” de Voltaire. Luego de muchos años, la idea de “progreso” se convirtió en la idea que en años posteriores se haría famosa bajo el rótulo de “evolución”.
En su sentido más restringido la palabra evolución alude a que las especies orgánicas no constituyen un repertorio fijo de tipos permanentes, sino que, comienzan a existir en el tiempo y también acaban con el tiempo. Extrapolando esta concepción a otros campos; incluyendo la ética, economía y política; lo que se busca es resolver el viejo dualismo entre los elementos cambiantes y los elementos inmutables de la naturaleza asegurando que lo que esta entonces se había considerado como inmutable, en realidad, esta sujeto a cambio.
Cuando esta tendencia actúa sin freno alguno y se elimina por completo la idea de que haya elementos inmutables, el resultado puede denominarse evolucionismo radical, una doctrina que apenas si ha llegado a su madurez en el siglo XX y que fue expuesta sistemáticamente por primera vez por Bergson.
El origen de esta tendencia, hay que buscarlo en el movimiento histórico de la segunda mitad del siglo XVIII y su desarrollo ulterior en el curso del siglo XIX. La idea de evolución significó una crisis de primer orden en la historia del pensamiento humano y la orden masónica no se libra de ella.
Esto sucede porque la crítica hecha al evolucionismo no condujo a un examen más detenido de la idea misma, por el contrario, produjo la creencia de que semejante examen no vale la pena. La razón de ello es dar respuesta a la pregunta ¿en qué condiciones es posible el conocimiento?
La primera base filosófica aceptaba que nada se puede conocer como no sea inmutable. En este principio, el mundo natural es un mundo de un cambio incesante que todo lo invade. Con lo que se puede concluir que es imposible cualquier ciencia de lo natural. La segunda base filosófica esquivó esta conclusión con un “distingo”. Se reconocía que el mundo natural, tal como aparece a nuestros sentidos es incognoscible; pero detrás de este mundo de cualidades secundarias había otras cosas, los objetos verdaderos, que se podían conocer porque son inmutables.
En primer lugar teníamos la “sustancia” o “materia”, no sometida ella misma al cambio, pero cuyas posiciones y ordenamientos cambiantes constituían las realidades cuya apariencia sensible adoptaba la forma de las cualidades secundarias. En segundo lugar teníamos las “leyes” de acuerdo con las cuales cambiaban esas posiciones y ordenamiento. Estas dos cosas, la materia y la ley natural, constituían lo inmutable para la segunda base filosófica. En logia abierta, la ley natural de esta segunda base filosófica estaría representada por el Volumen de la Ley Sagrada.
Y ¿cuál es la relación entre la materia y la ley natural? Podríamos decir que nos hallamos ante la misma cosa dicha dos veces. La razón para decir ello surge de la supuesta necesidad de que haya algo inmutable, de acuerdo al axioma que prevalecía entonces, y, por lo mismo cognoscible detrás del espectáculo cambiante que, por ello, era incognoscible.
Este algo inmutable se buscó en dos direcciones a la vez, o dicho de otra manera, fue descrito por medio de dos vocabularios. En primer lugar se buscó, apartándose de la naturaleza tal como la percibimos, de suerte que no quedara sino un residuo en la forma de un mundo cognoscible exento del cambio. Este algo inmutable fue descrito con el vocabulario del materialismo, entendido como el intento de comprender las cosas preguntándose por aquello de lo que estaban hechos. En segundo lugar se buscó si había relaciones inmutables entre las cosas cambiantes, también conocido como el vocabulario del idealismo, esto es, el intento de comprender de qué “forma” se le ha impreso a los objetos para que se diferencien de aquello de lo cual están hechos.
Si ese “algo inmutable” lo podemos encontrar por uno de estos vocabularios, el otro resulta innecesario. Por eso el “materialismo” y el “idealismo”, que hasta el siglo XVII convivieron pacíficamente, a partir del siglo XVIII se van sintiendo poco a poco como rivales.
Así, algunos destacan que la naturaleza se revela al intelecto humano en dos “atributos”, la “extensión” y el “pensamiento”. “Extensión” no significa la extensión visible de, por ejemplo, las manchas visibles de color en el cielo, sino la extensión inteligible de la geometría que Descartes había identificado como la materia; mientras que el “pensamiento” tampoco significa la actividad mental de pensar, sino las “leyes de la naturaleza” que constituyen los objetos del pensar. Sostenían que la realidad se expresa alternativamente en estos dos “atributos”, es decir, materialista e idealista a la vez.
Otros, en cambio, sostuvieron que no existe una ciencia de la materia, con lo que abandona la respuesta materialista e indican la suficiencia de la respuesta idealista. La cuestión era: ¿cómo encontrar algo inmutable, y por lo mismo cognoscible, dentro o detrás del fluir de la naturaleza tal como la percibimos? En la ciencia evolucionista, que constituye el pilar de la tercera base filosófica, esta pregunta no surge más y la controversia entre materialismo e idealismo, no alberga ya ningún sentido.
Esta controversia perdió su sentido porque sus supuestos habían experimentado un cambio radical a comienzos del siglo XX. Por entonces, los historiadores se habían ejercitado en pensar y habían percibido que eran capaces de observar un mundo de asuntos humanos en cambio constante, en el cual no había ningún sustrato inmutable tras de los cambios ni tampoco leyes inmutables de acuerdo con las cuales ocurrirían los cambios. Con ello la historia se establece como una ciencia, es decir, como una investigación progresiva en la cual se establecen las conclusiones de un mundo sólido y demostrativo. Ello ha permitido aceptar que es posible el conocimiento de lo que se halla en perpetuo cambio.
Una vez más la autoconciencia del hombre, en este caso la conciencia histórica de su propio quehacer colectivo, suministró la clave para sus ideas. Esta tercera base filosófica estaría representada en la Orden Masónica por los grados simbólicos y filosóficos, esto es, nuestro sengundo lindero, así como la relación de la escuadra y el compás en cada grado simbólico y en logia abierta. Destacando que este proceso es lineal y progresivo.
las tres bases filosóficas aceptan que el cambio esta presente en el mundo. Los pensadores de la primera base filosófica aceptaban que este cambio era cíclico, y en logia abierta esta representado por el caminar del Sol de oriente a occidente, como del masón en sentido inverso. Sin embargo, ante la evidencia del no retorno como es el paso del aprendiz a compañero, se consideraría, empleando la primera base filosófica, que es un fragmento mutilado, que de no ser así hubiese sido totalmente cíclico. O podría darse una segunda opción, que el cambio es incompletamente conocido, que, por alguna razón sólo percibimos algo de la revolución.
En la tercera base filosófica se invierte la situación, dominado por la idea de progreso o desarrollo, que se deriva del principio de que la historia no se repite, entonces en el mundo nada puede repetirse sino progresar. Lo que permite postular que lo que parece ser cíclico, en realidad, no es así. Con ello, la inmutabilidad es transformada desde lo permanente al cambio, progreso o desarrollo constante. Condición indispensable para que la historia sea lineal y progresiva. Esto permite aceptar que lo que parece surgir una vez más es semejante pero no idéntico, esto es, lo que se toma como un movimiento rotatorio o circular es un movimiento espiral, con desplazamiento del centro del circulo o cambio del radio o ambas cosas.
Según la segunda base filosófica la máquina es un producto terminado o un sistema cerrado, mientras que en la teoría evolucionista la materia es un sistema en progreso, que funciona en cualquier etapa de su desarrollo, es más, conforme progrese puede adquirir nuevas funciones sin perder las anteriores. Este progreso suele suceder con los iniciados masones cuando evolutivamente van adquiriendo nuevas funciones sin abandonar las previas.
En la segunda base filosófica la tendencia natural de la materia es la inercia y si se produce movimiento es por atracción o repulsión, lo que aleja toda finalidad, todo objetivo y perpetua la inmutabilidad.
En la tercera base filosófica la tendencia natural es preservar el progreso y para ello lo inmutable es el cambio. La idea de progreso implica esfuerzo por alcanzar algo que todavía no es. Implica dejar de ser lo que se es para llegar a ser lo que aún no se es. Es decir, morir para renacer. Con ello, el progreso, el cambio y el desarrollo, en la Orden Masónica, estaría simbólicamente representado por el tercer Lindero.
En la segunda base filosófica, cada cosa del universo tiene una función definida y, esto es así, porque en su construcción las propiedades estructurales constituyen fundamento y requisito previo de sus propiedades funcionales. Esto es, la maquina es construida para determina función y por ello es inmutable.
Para los historiadores en los asuntos humanos no hay semejante dependencia; las estructuras sociales son complejo de funciones y representan los modos diferentes en que los seres humanos se comportan. Es decir, la estructura depende de las funciones y no las funciones de la estructura. De este modo el universo es constituido por procesos y la existencia de cualquier género de cosas señala la ejecución de determinados procesos.
Como todo proceso ocupa lugar y necesita tiempo, se puede inferir que para que exista cualquier finalidad se requiere una extensión y un período. Esto implica que no se hacen masones en una ceremonia de iniciación, así como tampoco habrá masonería si no contiene tiempo y espacio. Esto permite sostener que la masonería aparece al masón dependiendo del tiempo que emplee en conocerla. Así como que, no es lo mismo una visión que se extiende sobre mil o cinco mil años que una visión que se extiende sobre una milésima de segundo. En cualquier caso, lo que observamos en cierto lapso, son los procesos que requieren ese tiempo para su ocurrencia.
En la segunda base filosófica la tendencia natural de la materia es la inercia y si se produce movimiento es por atracción o repulsión, lo que aleja toda finalidad, todo objetivo y perpetua la inmutabilidad.
En la tercera base filosófica la tendencia natural es preservar el progreso y para ello lo inmutable es el cambio. La idea de progreso implica esfuerzo por alcanzar algo que todavía no es. Implica dejar de ser lo que se es para llegar a ser lo que aún no se es. Es decir, morir para renacer. Con ello, el progreso, el cambio y el desarrollo, en la Orden Masónica, estaría simbólicamente representado por el tercer Lindero.
En la segunda base filosófica, cada cosa del universo tiene una función definida y, esto es así, porque en su construcción las propiedades estructurales constituyen fundamento y requisito previo de sus propiedades funcionales. Esto es, la maquina es construida para determina función y por ello es inmutable.
Para los historiadores en los asuntos humanos no hay semejante dependencia; las estructuras sociales son complejo de funciones y representan los modos diferentes en que los seres humanos se comportan. Es decir, la estructura depende de las funciones y no las funciones de la estructura. De este modo el universo es constituido por procesos y la existencia de cualquier género de cosas señala la ejecución de determinados procesos.
Como todo proceso ocupa lugar y necesita tiempo, se puede inferir que para que exista cualquier finalidad se requiere una extensión y un período. Esto implica que no se hacen masones en una ceremonia de iniciación, así como tampoco habrá masonería si no contiene tiempo y espacio. Esto permite sostener que la masonería aparece al masón dependiendo del tiempo que emplee en conocerla. Así como que, no es lo mismo una visión que se extiende sobre mil o cinco mil años que una visión que se extiende sobre una milésima de segundo. En cualquier caso, lo que observamos en cierto lapso, son los procesos que requieren ese tiempo para su ocurrencia.
Esto nos permite inferir que nuestro conocimiento del universo esta fundado en el conocimiento de los procesos que podemos conocer. Sin embargo, estos procesos están limitados en el tiempo y el espacio, tanto hacia arriba como hacia abajo. Así, no podemos conocer los procesos que ocupan menos de cierta extensión de espacio y duren menos de cierto tiempo, o al revés, se nos hace imposible observar cualquier proceso que ocupe más espacio o dure más tiempo de los accesibles a la amplitud de la visión del observador. Estos límites superiores e inferiores de nuestras observaciones en el espacio y en el tiempo han sido eliminados -parcialmente- por el desarrollo de instrumentos tecnológicos, pero aún no podemos conocer muchos hechos.
Aceptar que nuestro conocimiento esta así fundado puede originar escepticismo, y tal vez, este sea el origen del fraccionamiento de la universalidad masónica, pero esto es así porque en las bases filosóficas presentadas esta implícito un antropocentrismo, esto es, el mundo observado esta dentro de los límites de nuestra observación. Las tres bases filosóficas están basadas en tres analogías humanas. Analogías que demuestra progreso en la noción de nosotros mismos, que, sin embargo, vistos desde nuestro futuro podrían ser considerados como miopía humana.
Qué ocurriría si la visión humana encontrara que la energía va cambiando gradualmente de una distribución no uniforme y arbitraria a una distribución uniforme; o si la visión humana basada en la observación habitual de procesos relativamente breves sea reemplazada por otra visión que de mayor atención a procesos de mayor amplitud temporal. O, si visionáramos que esos procesos con mayor tiempo son esquivos a la observación humana porque nosotros mismos viviremos semejantes procesos evolutivos. Es decir, si visionamos que nuestra misma especie acabará en algún tiempo futuro, esto, talvez nos colocaría ante una nueva base filosófica.
En resumen, la Masonería constituiría la memoria filosófica de la humanidad que, velada por alegorías e ilustrada por símbolos, nos insta a conocer los principios subyacentes que permiten la acción y el pensamiento humano. Lo que implica que la Masonería conserva el carácter histórico de las construcciones interpretativas humanas al mismo tiempo que mantiene el espíritu abierto a la búsqueda de la sabiduría.
Qué ocurriría si la visión humana encontrara que la energía va cambiando gradualmente de una distribución no uniforme y arbitraria a una distribución uniforme; o si la visión humana basada en la observación habitual de procesos relativamente breves sea reemplazada por otra visión que de mayor atención a procesos de mayor amplitud temporal. O, si visionáramos que esos procesos con mayor tiempo son esquivos a la observación humana porque nosotros mismos viviremos semejantes procesos evolutivos. Es decir, si visionamos que nuestra misma especie acabará en algún tiempo futuro, esto, talvez nos colocaría ante una nueva base filosófica.
En resumen, la Masonería constituiría la memoria filosófica de la humanidad que, velada por alegorías e ilustrada por símbolos, nos insta a conocer los principios subyacentes que permiten la acción y el pensamiento humano. Lo que implica que la Masonería conserva el carácter histórico de las construcciones interpretativas humanas al mismo tiempo que mantiene el espíritu abierto a la búsqueda de la sabiduría.
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