Wednesday, July 05, 2006

REFLEXIONES MASONICAS EN EL SIGLO XXI.

Cuando los principios que establecen una etapa de la historia de la humanidad son cuestionables se hace evidente por la presencia de crisis lo que conlleva a la necesidad de establecer nuevos parámetros que una vez aceptados se constituye en el eje de la siguiente etapa. Así ocurrió cuando pasamos de la Antigüedad a la Edad Media y de esta a la Modernidad.

Las causas de las crisis anteriores fueron condicionantes sociopolíticos o religiosos pero hoy, producto del desarrollo científico y tecnológico son estos los que determinan una fuerte influencia en el pensamiento y la conducta humana que se hace evidente en las relaciones humanas, en la concepción de entorno, de lo propio y de la identidad. Es decir, la tecnología desarrollo la coexistencia de multiplicidad de cambios que saturan el pensamiento humano, pero a la vez origina que lo esencial, entiéndase los parámetros de la Modernidad, sean diluidos y superfluos.

Frente a los cambios sea en las relaciones humanas, o en el concepto de entorno, que incluye el concepto de territorialidad y identidad; la solidez de nuestros parámetros modernos y su empleo como referencia se desvanecen y quedan reducidos, lo que genera inseguridad, elimina lo permanente y perdurable reemplazándolo por el cambio y movimiento constante tanto en nosotros como en el entorno.

Las nuevas tecnologías, que surgieron como un intento de conocer la verdad de la realidad, de controlar a la naturaleza hostil, de atender a las necesidades humanas, de dar libertad individual han generado que éstos principios retornen al punto de partida y reaparecen como meros objetos decorativos, que se trivializan porque su permanencia es efímera.

Su proyección es igualmente incierta porque lo que aportan no es significativo, hoy toda verdad ya no se acepta como absoluta, el relativismo ofrece la posibilidad de cuestionar lo incuestionable, de dudar y modificar todo, lo que genera el cambio constante entendido como la presencia constante de lo efímero.

La realidad deja de ser una masa compacta, permanente e inalterable convirtiéndose en algo líquido, moldeable y adaptable que a su vez posibilita la revisión de los principios tradicionalmente aceptados por la Modernidad, etapa que tentativamente se denomina posmodernidad. La piedra sólida, bruta o pulida, de ayer hoy es líquida lo que impide que los constructores de ayer hoy puedan hacer catedrales duraderas.

Empero, esta realidad actual, aparentemente líquida, aparentemente sujeta a reglas estructurales adaptables a circunstancias temporales, no resultan fáciles de aceptar para el ser humano orientado a la consecución de la verdad científica y universal, característica de los hombres libres y de buenas costumbres. Lo que implica el rechazo a lo efímero, que a su vez, requiere de puntos de apoyo sólidos y constantes que, sin embargo, terminan desmoronándose tantas veces como lo intentamos, lo que puede ser definido como crisis de la Modernidad.
Esta controversia que nace del mismo avance científico y tecnológico genera desconcierto en la vida cotidiana, convirtiendo al relativismo en un arma de doble filo. Si por un lado nos libera de todo aquello que encadena y somete a la conducta humana también es cierto que facilita que todos aquellos que durante la construcción de los principios de la Modernidad no alcanzaban una valoración positiva hoy lo tengan.

Es decir, el relativismo ha generado la ausencia de valores absolutos, ha implantado la incertidumbre, ha legitimado lo ilegítimo, ha justificado lo injustificable. Los contra valores de la Modernidad encuentran amparo en la legalidad dada por el relativismo, permiten que la tolerancia esta de lado de lo ilegal, permite que los impíos usen legítimamente los derechos liberales con toda impunidad.

En el Siglo XVIII, ser tildado de cobarde, de conducirse en contra de la razón o de los derechos humanos era motivo de exclusión. Hoy, esos excluidos de ayer encuentran nuevos derechos legítimos, pero no solo eso, se justifica el miedo, la cobardía y la no intervención.

Frente a todos aquellos que reivindican un cambio, participación y revisión activa de la sociedad, emergen los temerosos, que amparados en derechos como el derecho a la no acción, el derecho al silencio, el derecho a la permanencia, perpetúan el cambio constante y con ello la incertidumbre.

Ante esta incertidumbre, que requiere la acción y resistencia para reducirla, el cobarde no es rechazado, por el contrario se acepta que se mantenga fuera de la escena pública porque esta legitimado por el relativismo.

Por tanto, no es el relativismo la causa de la crisis actual sino el uso tergiversado y manipulado que de él puede y viene haciéndose impunemente. Ayer los francmasones lucharon para consolidar los principios de la Modernidad hoy ¿qué debemos hacer los masones?

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