Sunday, December 23, 2007

PRINCIPIOS QUE INFLUIRIAN EN LA MASONERIA POSMODERNA

Los masones somos admitidos si anhelamos ser honorables, si anhelamos ser hombres libres y de buenas costumbres, pero este alto espíritu no siempre se acompaña de concurrencia a las tenidas porque tienen mucho de su tiempo comprometido con el trabajo, lo que es acompañado por la benevolencia de sus hermanos mayores. Benevolencia que, a su vez, es observada por otros hermanos porque postulan que dicho comportamiento benevolente puede perjudicar a la formación masónica tanto del iniciado cuanto del mismo colectivo masónico. Este comportamiento benevolente y dedicado a compromisos no masónicos puede originar que la vida masónica sea reducida a considerarse masón por el hecho de haber sido iniciado y detenerse o negarse a cualquier otro proceso de transformación. Reduccionismo conceptual que otros hermanos consideran que solo debe ser ampliado por la inclusión de la simple militancia o del debido ascenso en su carrera masónica.
Los buenos hermanos menores así como los benevolentes hermanos mayores pueden estar olvidando que la grandeza de la Masonería radica en sus obreros. Conocer diversos aspectos de la vida masónica no garantiza el ímpetu para alcanzar los principios que permitan el bienestar de la humanidad futura. La falta de integración al cuerpo mental masónico y a los planos espirituales por privilegio de aspectos de seguridad material y benevolencia implementados pueden rompe la verdadera cadena de unión, y con ello, postergar la verdadera emancipación y elevación espiritual. Lo que permite conservar aquellas fuerzas profanas que actúan en nosotros, muchas de las cuales son fuerzas trasmitidas por los poderosos medio de comunicaciones implementadas en el colectivo profano.
La asistencia a las tenidas implica ejercitar la libre reflexión y meditación, evaluar los principios que sostienen nuestros pensamientos temporales, ejercitar los principios que rigen el pensamiento, evaluar los principios que se implementan en el mundo profano. Es decir, formarse en la fragua de la logia abierta permite aprender a manejar las herramientas de la vida masónica para construir un mejor mundo para vivir.
La Orden Masónica al ser una escuela iniciática busca la mejora a través de procesos previstos, al margen del azar, por medio de la disciplina y el orden y no solo por la simple admisión. La Orden Masónica esta organizada para tal fin, la misma que ha surgido de la razón y el análisis. Como sistema moral se ha creado para su convivencia y no sólo su lectura. Los iniciados constituimos el único instrumento móvil de la orden masónica. Los hermanos mayores, al adquirir mayor grado de libertad, adquieren mayor responsabilidad lo que implica que sus reflexiones deben tener mayores alcances, deben medir mejor las consecuencias porque ha accedido a principios más universales y no porque tienen mayor tiempo en los registros de la logia.
Las nuevas benevolencias y licencias que reinan al interior de las logias pueden ser manifestaciones de nuevos principios que ya están valorados dentro de la Orden Masónica y por ello deben ser analizados.
En este sentido, se acepta que en el mundo profano y tal vez dentro de la Orden Masónica, estamos ingresando a una nueva etapa histórica denominada posmodernidad. Punto de vista que comparten filósofos, historiadores, publicistas, autoridades y poderes fácticos en su intento de definir la realidad. En este sentido, la posmodernidad puede tener aportaciones novedosas pero, sobre todo, hay que establecer su influencia en la propia realidad masónica.
Muchos pueden decir que esta actitud ante la realidad y ante la historia es bastante común y superflua. De hecho puede observarse, aunque con un nombre distinto, que esta actitud ante los grandes relatos que se trasmiten por los medios de comunicación impregna tanto el lenguaje cotidiano como los presupuestos no racionales, no razonados.
Por ejemplo, se hace manifiesta la diferencia entre pluralidad y mundialización; entre la sociedad plural y del valor que se da a lo diferente a la vez que de la mundialización de la homogenización. Es decir, los mensajes que se inoculan en la sociedad por el mismo canal y a la vez hablan de valorar lo variado en la sociedad y al mismo tiempo buscan garantizar la homogeneidad de los individuos, lo que implica que se ahogue todo intento de que esa pluralidad se haga realidad más allá de lo meramente estético.
Esta coexistencia de principios presentada por los constructores del pensamiento posmoderno plantea establecer si el concepto de posmodernidad sanciona filosóficamente los hechos que reclaman explicación o es la posmodernidad la que ha dado pie a los fenómenos posmodernos.
El análisis de la sociedad y sobre todo del saber posmoderno nos permite establecer que no explican los hechos sociales ni están al servicio de ellos, tampoco se puede considerar que esta teoría filosófica tenga tanta influencia en la sociedad como para provocar una reacción tal. Lo que nos puede conducir a pensar que se esta interpretando los signos que sostienen la historia. En cuyo caso se esta captando la dirección de las transformaciones del saber y proporciona una explicación de ellas.
Visto así el término posmoderno produce una sensación de engaño, de vacío. Un vacío que no es ni la pérdida de sentido ni la reconstrucción del sujeto, porque detrás de este término habría muy pocas cosas. Esto es, la descripción de lo que sucede puede ser correcta pero el sentido que se establece puede ser falso.
Para muchos la posmodernidad se inicia luego de la Segunda Guerra Mundial, del capitalismo tardío, del comienzo de la época posindustrial, es decir, luego de keynesismo, donde los estados ejercían control sobre el mercado a fin de garantizar el estado de bienestar. La diferencia más importante del capitalismo tardío es que el saber, y en especial el conocimiento científico no solo es mercantilizado, sino se convierte en la principal fuerza productiva en sustitución de la materia prima y la mano de obra. Esta nueva forma de producción capitalista afecta a la propia estructura del saber, que va a convertirse en un producto, en una mercancía más. La consecuencia de esta mercantilización de todo sería la causa de las nuevas benevolencias y preponderancias laborales dentro de las logias. Sin embargo, hay que reconocer que la producción y el consumo, la búsqueda de mercados potenciales y de materias primas sigue siendo importante para el desarrollo de las sociedades lo que parece estar en contra de esta descripción posmoderna.
Desde la perspectiva política la posmodernidad representaría la caída de la teoría de la sociedad como un conjunto. Es decir, ya no hay un sentido univoco que dé cohesión a las relaciones sociales, lo que implica que los seres humanos ya no consideran su actividad englobada en un todo, sea esto una sociedad, una nación o la misma humanidad. Esto puede manifestarse en los masones por considerarse masones por el simple hecho de ser regulares activos. Lo que implica que la actividad realizada ya no tiene objetivo más allá de sí misma. Esto implica la transformación en el modo de concebir la historia y el saber. La concepción de la historia ya no sería lineal, esto es, ya no hay un principio y un fin determinados. Lo que implica que la justificación que permitía presentar a la historia como lo trascendente también deja de serlo. Esto sería así por que todos los metarrelatos pierden legitimidad y con ello la misma historia deja de ser una narración. Lo que incluiría a la misma historia masónica. Es decir, el saber moderno ya no tiene legitimidad en las sociedades posmodernas.
A lo largo de la historia de la historia ha habido tres tipos de relatos legitimizantes: el mito, la religión y la filosofía. La filosofía es propia de la modernidad. En la modernidad se puede hablar de tres grandes relatos:
El hegeliano que concebía a la historia como el auto despliegue del Espíritu. Esto es, todo lo que sucede en la historia, incluido el sufrimiento, esta justificado en tanto que contribuye al progreso del Espíritu hacia la máxima libertad y auto-conciencia. El saber y la sociedad están legitimados en función del Espíritu.
El segundo gran relato es el relato emancipador. La nación, el pueblo y su camino hacia la libertad es lo que legitima a las instituciones y al saber, que le proporcionan los instrumentos para que, por medio de la deliberación, llegue hasta ella. Concepción que fue difundida por las logias masónicas especulativas.
El pragmatismo que entiende que la sociedad es un sistema unitario y autorregulado. Toda acción realizada en el marco del sistema sólo puede contribuir a su desarrollo o a su decadencia. Entendiéndose que el desarrollo implica la mejora de las condiciones de vida de los miembros de la sociedad. Sin embargo, con el establecimiento de la tecnocracia la optimización del sistema es privilegiada sobre el desarrollo de los miembros de la sociedad. Esto puede ser el origen tanto de la benevolencia como del privilegio por el trabajo en las sociedades posmodernas.
A nivel cultural, la perdida de sentido, esto es, el nihilismo no es un fenómeno nuevo. Como lo expresó el mismo Nietzsche el hombre moderno al matar a Dios eliminó la posibilidad de fundamentar metafísicamente el conocimiento. La tendencia del hombre a la verdad que presuponía la tradición platónico-cristiana occidental se manifiesta en la exigencia de verdad de la ciencia moderna. Pero cuando la exigencia de verdad se lleva hasta sus últimas consecuencias y se busca la verificación de esa tendencia a la verdad, de la supuesta existencia de la verdad se comprueba que se apoya en un mundo trascendente que ya ha sido desacreditado por la crítica hecha a la religión por el modernismo. Esto tiene como consecuencia la aceptación de que la ciencia no puede aspirar a la verdad y no es única, tampoco puede legitimarse ante la sociedad, el Espíritu o el pueblo por ese camino. Por esto, cada ciencia va a tener que legitimarse por sí misma no por relación a un relato único, ni siquiera con respecto a un discurso propio, sino que se justificará ante la sociedad en virtud de sus efectos, de sus beneficios, es decir, de su aspecto técnico.
Pero aquí podemos discutir a quién beneficia o perjudica la legitimación del saber. Las ciencias se han subordinado a la técnica. La técnica ha sido encumbrada, por la eficacia, por la optimización del sistema. La perfección del hombre es reemplazada por la optimización del sistema. Y esta optimización se mide en términos económicos y no espirituales. Esto implica que con esta reconfiguración del saber, el metarelato emancipador ha sido perjudicado, ha perdido consistencia, ha caído en desgracia. Sin embargo, el uso del concepto de progreso evolutivo ha sido conservado para la retórica del sistema, es más, se lo invoca como el nuevo metarelato.
El descrédito por lo emancipador proviene de los medios de control que han impulsado el disfrute individual. Esto beneficia la consideración de que la realidad es unidimensional, permitiendo legitimar la optimización del sistema. Es decir, se benefician las clases que tienen el control del sistema.
La técnica al producir efectos se legitima y con ello legitima a la ciencia, que sin embargo, es su fuente de desarrollo. La técnica sólo busca optimizar sus operaciones, tratando de mejorar la relación entre medios y fines, esto es, tratando de lograr los fines al menor costo. Pero aquí surgen dos interrogantes. Quién fija los fines de la técnica y a quién beneficia sus efectos. Los constructores de la teoría de la posmodernidad dicen que es el sistema quien fija los fines y la optimización de sus medios la beneficia. Sin embargo, esta concepción tan mecánica identifica que el ser humano deja de ser fin y se convierte en medio. Dicho de otra manera, se soslaya que una clase social que decide se beneficia conscientemente de la dinámica del sistema. De este modo, se justifica optimizaciones brutales. De este modo se privilegio lo económico.
Históricamente podríamos concluir que la posmodernidad es la culminación de los ideales modernos. En realidad seria el desarrollo que se ha dado a una sola idea, la idea moderna de dominio de la naturaleza, que se ha impuesto en todos los terrenos, en lo económico en forma de capitalismo, en lo social en forma de sistema autorregulado y en lo cultural en forma de individualismo. Pero ni el individuo llega a ser autónoma ni la sociedad como sujeto logra emanciparse, ya no de la naturaleza, sino de sí misma.
La concepción moderna de un sujeto estable convertía todo conocimiento en objetivación. Pero cuando ese conocimiento se vuelve sobre el propio sujeto o sobre los sujetos, se favorece su cosificación, el tratamiento del hombre para con el hombre como un objeto. Este sujeto moderno pierde su consistencia en el posmodernismo por tres críticas fundamentales:
Primero, Freud no considera autónomo al yo, debido a que se halla sometido tanto al super yo como al ello. El super yo representa las exigencias morales, que no son sino exigencias interiorizadas por el sujeto mientras que el ello representa los instintos que piden satisfacciones que han de ser suprimidas para la vida en sociedad. La represión del ello acrecienta el poder del super yo sobre el individuo y cuyas exigencias son, muchas veces, imposibles de cumplir, generando en el individuo infelicidad y, en casos extremos, patologías psicológicas. Con esta idea, la posmodernidad pretende mostrar la fuerte dependencia del sujeto con respecto a lo social y a su constitución biológica, rechazando la idea de una esencia libre y autónoma como constitutiva del mismo.
Segundo, la teoría crítica señala el hecho de que el dominio de la naturaleza no nos ha llevado a la emancipación, sino a la explotación del hombre por el hombre, esto es, a la cosificación. La formación del sujeto, tanto individual como colectivamente, ha pasado por un sometimiento a leyes y no al despliegue ni del sujeto ni de sus potencialidades, debido a la necesidad de estandarización que la industria capitalista considera menester para la homogenización tanto de la producción cuanto del consumo y, por tanto, del sujeto. Con ello, los constructores del posmodernismo establecen que el sujeto no es ni libre ni autónomo y por lo tanto, no puede ser fundamento de una concepción de la realidad.
El sujeto posmoderno es fundamentalmente una nada, un vacío, por lo que su filosofía se va a orientar a hacer presentable un hecho no positivo sino negativo. Esto permite afirma que no hay una esencia positiva del sujeto, el sujeto no es algo fijo e interno que se va manifestando externamente, sino que es pura acción, pura decisión, y, sobre todo, pura creación. El sujeto sólo existe en tanto que decide. Por ello, porque es puro devenir, el sujeto es inexpresable por un concepto. Así, el sujeto se convierte en una ficción útil, esto es, es una narración que hacemos de nuestra vida y sólo es real en tanto que es una narración. Con ello, al sujeto no puede concedérsele poderes que no tiene, ni hacer de él una entidad independiente e incluso trascendente. Lo que es contrario a la propuesta dado por la orden masónica.
Tercero, para hacer presentable a ese sujeto posmoderno diluido se emplea la teoría de la presentación kantiana. La presentación del sujeto, que es vacío, a de ser simbólica, análogamente a como la facultad de juzgar kantiana hace sensible al noúmeno, que no es sensible de por si.
La humanidad como sujeto orientado hacia la emancipación ha perdido consistencia. Ello implica que no se puede creer en la necesidad de la emancipación. Lo que también resulta contrario a la propuesta masónica. La única manera de conocer la dirección de la historia es por medio de signos, como decía Kant. También decía Kant que, si bien la historia no caminaba hacia lo mejor, la acumulación de signos que simbolizan esa tendencia genera en los hombres entusiasmo que vuelve a influir en la propia historia. Con la diferencia de que la posmodernidad no ha generado entusiasmo, porque lo que se ha producido no ha sido un avance en dirección a la libertad, sino la disolución de la idea ilustrada de la emancipación y que fuera encarnada en los estados democráticos, que, cada vez más, ven reducir su poder a favor de entidades supranacionales no democráticas como son las empresas transnacionales.
Para aceptar esta conclusión se tiene que aceptar dos presupuestos:
Primero, considerar desrealizable la idea de sujeto como consecuencia de las ideas modernas, y que por el contrario han culminado en la posmodernidad, sin tener en cuenta el fuerte componente emancipador que anido en la modernidad. Esto mismo señalan Adorno y Horkheimer al criticar a la Ilustración, destacando la unidimensionalidad y la miseria espiritual y material impuesta por el capitalismo tardío que no eran sino la imposición de una de las fuerzas que actuaba en la Ilustración.
Segundo, considerar irreversibles tales fenómenos. Si la modernidad generó la disolución del sujeto individual y colectivo ¿por qué no luchar contra la causa de esa degeneración? Además, la desrealización del sujeto moderno implica la realización previa de esa entidad, de ese yo libre y autónomo. Pero esa realización sólo se ha dado en las mentes de los pensadores modernos y no en la humanidad, que no ha logrado su emancipación, por lo que, ciertamente, hay poco que desrealizar, hay poco que deslegitimar, porque el desarrollo real de los ideales de la Ilustración no han sido tan grandes.
Los constructores del posmodernismo al analizar el saber en las sociedades posmodernas, explican la pragmática del saber científico para mostrar cómo el concepto tecnocrático del sistema estabilizado y autorregulado no es científico sino más bien cínico e intencionalmente engañoso. Esto es así porque el sistema necesitaría considerarse así mismo como estable para poder controlar la optimización progresiva, para poder predecir los efectos finales, para poder predecir los productos conociendo sólo los insumos y las condiciones iniciales del sistema. Para los constructores del posmodernismo, la ciencia posmoderna no se legitima por la estabilidad del sistema, ni del científico ni del social, sino por el hecho de dar nacimiento a nuevas ideas. Cada enunciado de la ciencia busca precisamente lo anormal, lo nuevo, lo extraño, lo que no encaja y fomenta, por tanto, la revisión constante de lo aceptado. Así, podríamos decir que el funcionamiento de la ciencia se apoya en un consenso constantemente revisable entre los científicos.
Sin embargo, estos intereses de la ciencia posmoderna chocan a menudo con la búsqueda de la optimización del sistema por medio de la técnica, y el criterio de poder se introduce en las instituciones científicas merced a su dependencia económica de los estados o las empresas.
De otro lado, esta concepción cambiante de la ciencia posmoderna, beneficiaría a la regulación del sistema sin que sea necesario recurrir a la imposición de criterios ajenos a ella, como el poder. Ayuda a la autorregulación del sistema en tanto que su falta de previsibilidad da lugar a nuevas jugadas imprevistas dentro de la pragmática de los saberes, de las que se nutre la perfectibilidad exigida por el sistema.
Pese a contarse con este modelo alternativo al sistema, que cuenta con un funcionamiento basado en el consenso local, no parece que se aplica la misma al conjunto de la sociedad. Esto es así porque la pragmática social contiene una enorme variedad de lenguajes inconmensurables entre sí que impiden la definición de prescripciones comunes a todos ellos.
Por ello, es rechazable la idea del consenso argumentativo planteado por Habermas y se plantea, en polaridad al consenso, el disenso, el reconocimiento de la diferencia como camino hacia la justicia. Se desconfía de la idea del consenso por varios motivos. De un lado, es apreciable la tendencia del sistema a homogenizar los espíritus y las opiniones, y hasta, el consumo en términos económicos; pero también la facilidad con que logra ese propósito. Por lo tanto, el consenso entendido como coincidencia de opiniones no es nada que escape a la autorregulación del sistema.
De otro lado, el consenso de Habermas se sostendría en la idea emancipadora y la legitimidad del saber mediante la argumentación, presupuestos que serían incorrectos desde el momento en el que se asume que la legitimidad en las sociedades posmodernas no lo da la argumentación sino el poder.
En todo caso, los constructores del posmodernismo, emplean la propuesta del consenso argumentativo de Habermas para plantear un enemigo a la medida, y con ello, legitimar el disenso posmoderno. En todo caso, el sistema impone falsos consensos y legitima el saber mediante el poder. Esto implica que el sistema no es argumentativo, lo que implica que el consenso argumentativo es insuficiente. Implica que es preciso contener las fuentes de imposición dada por el sistema para garantizar la argumentación racional.
Los mismos constructores del disenso posmoderno se quedarían si proyección, porque ¿acaso no se cierto que el disenso se ahoga ante el consenso impuesto por el sistema?
El consenso provisional es precisamente la única garantía de supervivencia de la pluralidad, en la medida en que presenta batalla a la estandarización. Y, en tanto que es argumentativa y racional, no supone la renuncia a la diferencia, sino tan sólo un aplazamiento.
Es más, la idea de consenso argumentativo es un enunciado que no dice que el consenso de facto se legitima por la argumentación, pues hay fuerzas poderosas que actúan sobre los seres humanos y les condicionan, por el contrario señala que el consenso debe legitimarse por la argumentación racional.
Los constructores del posmodernismo señalan que la transformación del saber sería el acontecimiento que marca la diferencia con el modernismo.
El saber era considerado en el modernismo como un instrumento al servicio de la emancipación del hombre y de la sociedad, servía como formación del individuo autónomo. La extensión de la idiosincrasia capitalista hasta el saber y sus medios de difusión van a hacer de éste una de las principales fuerzas de producción. Esto lleva aparejado el hecho de que el saber se convierta principalmente en comunicativo, en tanto que es un producto, primará su valor de cambio sobre su valor de uso, es decir, lo importante será el intercambio de informaciones y no su utilidad para el individuo, la sociedad o el poder político.
Asimismo, el canal de transmisión condiciona la nueva estructura del saber: todo saber que no pueda ser cosificado o cuantificado en los medios informáticos será dejado de lado con lo que dejará de existir.
En este aspecto, los estados y el poder político, son y serán acosados como generadores de disturbio a la libre comunicación, tal como las transnacionales son atacadas como elemento que impide el libre intercambio de mercancías.
Todos estos cambios afectan la legitimación de la sociedad en su conjunto y del propio saber.
El posmodernismo distingue varios tipos de saber, entre ellos el narrativo y el científico. El saber narrativo toma la forma de relatos, lo que permitió que las concepciones de la historia sobre la modernidad legitimaran a la sociedad. Los dos grandes relatos de la modernidad han sido el emancipador, que legitimaba el saber en la medida en que contribuía a la emancipación del pueblo, y el hegeliano, en el que era la creencia en el despliegue del Espíritu lo que justificaba el saber. En este caso el saber se legitimaba a si mismo, ya que es él quien define lo que es la sociedad, el estado, el pueblo, etc.
Los grandes relatos han perdido su autoridad como legitimadores del saber, debido, en parte, al nihilismo inherente al saber desde el siglo XIX.
La exigencia de verdad del saber científico es, llevada hasta sus últimas consecuencias, la que provoca el derrumbamiento de la jerarquía de los saberes. En un principio, es el saber narrativo el que, por medio de un metarelato, da cuenta de la realidad y legitima la validez del conocimiento científico. La ciencia tiene conocimiento verdadero porque se apoya en un argumento metafísico, la existencia de la verdad y la validez de la prueba, es decir, en la certeza de que un mismo referente no puede proporcionar dos pruebas contradictorias. Pero admitir esto requiere admitir el metarelato en el que se incluye esa metafísica. Pero cuando se exigen pruebas de validez de la propia prueba, es decir, cuando se exige demostrar que la demostración es verdadera sin acudir a argumentos metafísicos, que la ciencia no considera válidos, todo el sistema se desmorona.
La pluralidad de las ciencias, antes cohesionadas por un solo relato, no pueden ya legitimarse ante la sociedad más que por su efectividad, por la optimización de sus medios con respecto a sus fines.
Esto provoca, la ascensión del estatus de la técnica, que es la que garantiza la validez de la prueba, la verdad de la teoría científica. Pero en tanto que la aplicación de la técnica consume recursos económicos, se produce una relación nueva entre sistema económico, perfeccionamiento y verdad: quien posee recursos económicos no solamente tiene acceso privilegiado a la verdad en sí, sino también a la posibilidad de determinar qué es verdad y qué no lo es. Lo que no es parte de la razón moderna.
Este cuadro presentado por los constructores del posmodernismo no se aleja demasiado de la realidad, y tal vez por eso es poco halagüeño. No puede ocultar, de otro lado, que las actitudes que propone ante el avance a toda máquina de la homogenización, la miseria espiritual, la perdida de libertades y la legitimación por el mero poder, lo que resulta poco consolador para algunos masones iniciados. Otros masones podrán considerar esta posición como sentimiento nostálgico, pero la perdida de sentido y de objetivos trascendentes, dentro y fuera de la orden masónica, no es casual, sino intencionada, humana en parte y, por ello mismo, reversible.
La trascendencia implicaría abandonarse al poder del sistema sin ninguna entidad mediadora que permita la crítica y con ello el disenso. Claro que salvar la diferencia fomentándola no es lo mismo que defenderla mediante un consenso provisional, que no sea, desde luego, un fin en sí mismo. De este modo, la misma posmodernidad sería un enunciado preformativo, lo que debe ser materia de trabajo masónico en logia abierta.

RECURRENCIA, AVANCES Y RELATIVISMO DE LA HISTORIA MASÓNICA.

EL CONCEPTO DE PROBLEMAS MASÓNICOS RECURRENTES.

Muchos masones podemos tener la impresión de que siempre estamos discutiendo temas recurrentes. Si con ello se afirma que las discusiones se limitan a problemas masónicos que surgieron en fases tempranas de la historia del pensamiento masónico y que desde entonces han reaparecido por intervalos, su afirmación puede ser injustificada. Esto puede demostrarse fácilmente. Por ejemplo, los problemas de la filosofía de la ciencia no surgieron sino después que la ciencia alcanzó un cierto grado de desarrollo. Por otro lado, el tipo de problemas que se tratan en la filosofía crítica de la historia presupone la existencia de estudios históricos serios. El interrogante sobre la naturaleza de la explicación histórica, por ejemplo, surge de la reflexión sobre los criterios que ofrecen algún tipo de explicación de los acontecimientos, y no una mera cronología. Así que es falso decir que no surgen problemas nuevos en el desarrollo del pensamiento masónico.
No obstante, sería posible aceptar que lo que se acaba de decir es cierto y al mismo tiempo sostener que los masones empleamos mucho tiempo en discutir problemas recurrentes que parecen no haber sido nunca resueltos de una manera satisfactoria para todos. Tal vez quisiéramos señalar, como respuesta, que si un masón afirma haber probado la verdad de una cierta tesis o teoría, el hecho de que no todos estén de acuerdo con él no implica que su afirmación sea injustificada. Porque tenemos que distinguir entre prueba y persuasión. Si nos ofrecen una prueba de verdad de p, y no podemos quedar convencidos, el hecho de que no nos haya convencido no autoriza, por si solo, la conclusión de que su prueba es falsa o defectuosa. Pudiera ser que no hayamos encontrado la prueba. O bien que la creencia en la verdad de no-p esté tan arraigada en nosotros o estemos tan familiarizados con alguna otra teoría según la cual p sería incompatible lógicamente o difícil de reconciliar, que en realidad no haya estado abierto a pensar seriamente en las afirmaciones de que p es verdad. Sin embargo, aunque es perfectamente correcto decir que debe hacerse una distinción entre persuasión y prueba, esto no afecta realmente al interrogante de si existen o no problemas masónicos recurrentes. La reaparición constante de un problema masónico necesariamente sugiere que de hecho no ha sido resuelto, tal vez incluso que no es posible resolverlo, al menos del modo o los modos como se han intentado. No obstante, dada la distinción entre persuasión y prueba, es factible que surja un problema masónico, aun cuando en realidad haya sido resuelto en el pasado.
A primera vista, parece haber problemas masónicos recurrentes, descritos por algunos como problemas perennes de la masonería, frase que, supongo, presenta visualmente un sentido honorífico. Los masones inclinados a la metafísica podrán mencionar el problema del uno y lo múltiple, y señalar que este tema se discutió repetidamente no sólo en la masonería sino también en las filosofías de muchas culturas. Por ejemplo, lo discutieron los Vedanta de la India, los taoistas y los neoconfucionistas en China, los pensadores del budismo Mahayana y los islámicos, en el siglo XIX. También podríamos considerar como recurrente el problema de la deidad. Y si se nos dice que el interés en este problema no constituye un rasgo prominente en la Masonería, podemos mencionar entonces el problema de la libertad del hombre. Podemos argumentar que este problema ha reaparecido en múltiples ocasiones y que todavía se le somete a discusión. Lo ha discutido el islamismo en sus inicios, la filosofía china lo menciona, en relación con el fatalismo. Por último, podríamos mencionar como problema recurrente la cuestión de si lo moral es relativo o absoluto en algún sentido y si constituye una ley moral universal. Esta pregunta sigue formulándose en la actualidad. Por otro lado, está la cuestión de la supervivencia del hombre. Es posible que no todas las filosofías que las culturas en las que se ha desarrollado el pensamiento manifiesten un mismo grado de interés en ella. Pero aún en vista de esto, parece ilustrar el concepto de problema recurrente.
Se ha empleado deliberadamente las expresiones a primera vista y en vista de porque se discutible que lo que se dice de los problemas masónicos recurrentes esté basado en una impresión superficial incapaz de resistir un examen crítico. Pensemos, por ejemplo, en el llamado problema del uno y lo múltiple. ¿Cuál era, exactamente, el problema? ¿Se trata de si existe o no un uno? En este caso, ¿estamos preguntando, por ejemplo, si hay buenos motivos para afirmar que lo múltiple depende ontológicamente de un uno que lo trasciende? ¿O estamos preguntando si existe una interrelación tal entre las cosas, que constituyan todo un solo sistema en desarrollo, es decir, si existe el mundo como una totalidad? Pero si supongamos que hay o debe haber una realidad absoluta, ¿cómo habremos de interpretar el problema del uno y lo múltiple? Pensamos que se trata de un problema de relación entre el uno y lo múltiple. No obstante, el significado preciso de esta pregunta depende de la naturaleza de nuestras preposiciones. Si, por ejemplo, presuponemos que solamente existe una realidad y que lo múltiple es le conjunto de las apariencias de esa realidad, nos vemos ante la tarea de describir la relación entre la apariencia y la realidad. En cambio, si damos por sentado que lo múltiple no es el conjunto de apariencias del uno, sino que éstas lo constituyen en la medida en que se relacionan entre sí, entonces no se plantea en la misma forma la cuestión de la relación entre la apariencia y realidad. Esto es, puede resultar engañoso que todos los masones a lo largo del tiempo se han preocupado del problema recurrente del uno y lo múltiple. Porque esto implica que todos se ocuparon del mismo problema exactamente, pero es necesario que veamos los problemas de los cuales se ocuparon en realidad a la luz de sus diversas creencias y proposiciones, que no eran las mismas para todos.
Puede aclararse este asunto si tomamos en cuenta el problema de la libertad del hombre. Posiblemente nos inclinemos a decir que tanto los masones musulmanes como los ilustrados europeos se ocuparon del problema de la libertad humana, lo cual implica que el problema era el mismo en ambos casos. Pero supongamos que estudiamos el problema en cada uno de ellos. Los masones musulmanes toparon con problemas que surgieron a partir de los modos de hablar del Corán. Por una parte, el llamado a obedecer los mandamientos divinos y la doctrina de la recompensa y el castigo parecen implicar que el hombre es libre de obedecer o desobedecer. Por otra parte, los textos afirmaban, o parecían afirmar, que todos los acontecimientos incluyendo los actos del hombre, tenían su causa en Dios. De allí que se planteara la pregunta de si era posible reconciliar las dos maneras de hablar, o s era necesario sacrificar una de ellas en aras de la otra. Por lo tanto, cuando los musulmanes defendieron la libertad del hombre, y sus opositores pusieron en duda su ortodoxia, el debate se llevó a cabo en un contexto teológico. Sin embargo, en el caso de los ilustrados, el contexto era más bien el de la física clásica o newtoniana. Si el mundo era un sistema de cuerpos en movimiento, un sistema regido por leyes mecánicas, ¿puede el hombre ser una excepción? ¿En qué sentido podemos describirlo, con justificación, como libre? No obstante, si interpretamos los problemas en términos de sus respectivos contextos, deberíamos hablar, al parecer, de dos problemas distintos, más que de un solo problemas recurrente.
Algunos masones parecen haber forzado su crítica de la idea de la existencia de problemas recurrentes a tal grado, que el supuesto problema recurrente se desintegra en una serie de problemas distintos que ni siquiera guardan una cierta semejanza entre sí. Pero, si aceptamos determinadas versiones del asunto, esto parece implicar que somos incapaces de comprender los problemas de los masones del pasado, en la medida en que es necesario ver los problemas de los masones de otras sociedades y otras culturas desde una perspectiva diferente de la nuestra, si es que queremos comprenderlos. Cuando creemos haberlos entendido, sucede que estamos formulando problemas en términos de nuestra propia perspectiva y atribuyéndolos al pasado. Y cuando decimos que los masones de diversas culturas han discutido o discuten problemas semejantes, no es tanto que exista realmente una semejanza entre ellos, como que nosotros mismos se la atribuimos.
Al parecer hay bases sólidas para críticas que se hable de problemas recurrentes, por ejemplo, que no admite diferencias que resultarían evidentes si se interpretaran los problemas, tal como se plantearon en las diversas épocas, en términos de sus respectivos contextos. Al mismo tiempo, parece ser que puede haber semejanzas entre unos problemas y otros. Así, los problemas relacionados con la libertad del hombre son semejantes en el sentido en que no son similares a los problemas relacionados con la inducción científica. Posiblemente se prefiera hablar de problemas específicos, más que de problemas recurrentes. Como hemos visto, pueden darse motivos para apoyar este punto de vista. Pero no parece del todo imposible defender que se diga que un problema surge den diferentes contextos. Por ejemplo, tal vez deseemos defender que se califique como recurrente el problema de la libertad del hombre en un contexto teológico, en el contexto de la física clásica o en el de la psicología. De hecho, es posible oponerse a esta manera de hablar. Pero en todo caso admite los parecidos familiares o el grado de semejanza al cual hemos hecho referencia.
¿Tiene alguna importancia real esta cuestión de los problemas recurrentes? en mi opinión sí. Como hemos señalado, algunos tienen la impresión de que siempre estamos discutiendo los mismos problemas, lo cual implica que, pese a todas las discusiones no progresamos. Sin embargo, una vez que hemos entendido que un problema llamado recurrente adopta diferentes formas, nos resulta más fácil ver que es necesario estudiarlo de nuevo. Si rechazamos totalmente el concepto de problemas recurrentes e insistimos en que hay diferencias entre un problema que surge en un contexto dado y un problema que parece ser el mismo, pero que surge en otro contexto, entonces es perfectamente obvio que hay que estudiarlo de nuevo. Pero aun si preferimos decir, por ejemplo, que el problema de la libertad reaparece en diferentes contextos, podemos ver de cualquier modo que la solución que se ofreció al problema en un contexto anterior puede considerarse insatisfactoria cuando el problema se presenta en un contexto diferente. Puesto que el hecho mismo de que surja en otro contexto exige que se le estudie de nuevo. Si, por ejemplo, se plantea el problema de la libertad del hombre en el contexto de la fisiología y la psicología modernas, es natural que se le estudie de nuevo, ya que es necesario tomar en cuenta algunos importantes factores adicionales.

TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN PSICOLÓGICA HUMANA.

Cualquier teoría humana debe intentar una visión que incluya las dimensiones físicas, biológicas, psicológicas y espirituales de la existencia. Así como se ha logrado tener un conocimiento pleno del genoma humano intentar hacer un correlato psicológico del proyecto de la conciencia humana resulta conveniente. Esto consiste en llevar a cabo un proceso de cartografiado intercultural de todos los estados, estructuras, tipos, niveles, estadios y olas de la conciencia humana y que sirva de complemento de las dimensiones físicas, biológicas, culturales y espirituales. Este mapa psicológico nos ayudará a advertir los obstáculos que impiden alcanzar una visión integral de nuestras posibilidades.
Lo que podamos especular en cuanto a la evolución de la psicología humana puede contribuir a la reestructuración de las instituciones, de los sistemas educativos y eliminar las tensiones entre los miembros de una misma sociedad incluyendo nuestras sociedades masónicas.
La dinámica del desarrollo psicológico humano puede establecerse que pasa por estadios que a su vez no son rígidos, sino olas fluidas e interrelacionadas que dan lugar a una compleja dinámica espiral del desarrollo de la conciencia. Es decir, no es una espiral evolutiva simétrica sino muy compleja y no evidencia tanto tipos definidos como mezclas muy diversas, lo que parece más un mosaico de redes y combinaciones de redes.
Las diversas olas de existencia están limitadas por líneas de tensión social que no giran en torno a la raza, clase socioeconómica o grupo político sino del estadio de desarrollo psicológico desde el que esta operando la persona. Es decir, las tensiones entre seres humanos no esta regido por los tipos de personas sino por los tipos en las personas.
Con el fin de hacer más explicito las diferencias se presentará seis primeros niveles de subsistencia y que forman el pensamiento de primer grado. Luego tiene un revolucionará transformación en la conciencia que implica la emergencia de los niveles de ser y del pensamiento de segundo grado, del cual hay dos olas. De este modo existirían ocho olas o niveles de conciencia con una aproximación a cantidad de población mundial que se halla en cada una de ellas y la tasa de poder social de que gozan.
Primer nivel: Arcaico-instintivo. Se trata del nivel de la supervivencia básica, un nivel en el que resultan prioritarios el alimento, el agua, el calor, el sexo y la seguridad y en el que la supervivencia depende de los hábitos y de los instintos. Apenas si existe yo, diferenciado y la perpetuación de la vida requiere de la agrupación en hordas de supervivencia. Se halla presente en las primeras sociedades humanas, en los recién nacidos, los ancianos, los últimos estadios de quienes padecen la enfermedad de Alzheimer, los locos que vagabundean por las calles y las masas hambrientas. (Porcentaje aproximado de la población adulta que se halla en este nivel: 0,1 %. Tasa de poder que posee: 0%.)
Segundo nivel: Mágico-animístico. Está determinado por el pensamiento animista y por una extrema polarización entre el bien y el mal. Los espíritus mágicos pueblan la tierra y a ellos hay que supeditarse apelando a todo tipo de bendiciones, maldiciones y hechizos. Se agrupa en tribus étnicas. El espíritu mora en los ancestros y es el que cohesiona a la tribu. Los vínculos políticos están determinados por el parentesco y el linaje. Parece "holístico" pero, en realidad, es atomístico (“cada recodo del río tiene su nombre pero el río carece de nombre”). Se halla presente en la maldición vudú, los juramentos de sangre, el rencor, los encantamientos, los rituales familiares, las creencias y las supersticiones mágicas de la etnia. Fuertemente implantado en los asentamientos del Tercer Mundo, las bandas, los equipos deportivos y las tribus. (10% de la población, 1% del poder.)
Tercer nivel: Dioses de poder. Comienzo de la emergencia de un yo ajeno a la tribu; poderoso, impulsivo, egocéntrico y heroico. Espíritus míticos, dragones, bestias y personas poderosas. Los señores feudales protegen a sus subordinados a cambio de obediencia y trabajo. Fundamento de los imperios feudales (el poder y la gloria). El mundo se presenta como una jungla llena de amenazas y de todo tipo de predadores. Dominantes y dominados. El yo campa a sus anchas sin cortapisas de ningún tipo. Se halla presente en el rebelde sin causa, la mentalidad fronteriza, los reinos feudales, los héroes épicos, los líderes de las bandas, los malvados de las películas de James Bond, los mercenarios, las estrellas del rock, Atila, rey de los hunos y El señor de las moscas. (20 % de la población y 5% del poder.)
Cuarto nivel: Orden mítico. La vida tiene un sentido, una dirección, un objetivo y un orden impuesto por un Otro todopoderoso. Este orden impone un código de conducta basado en principios absolutistas y fijos acerca de lo que está “bien” y de lo que está “mal”. El acatamiento de ese código y de esas reglas se ve recompensado, mientras que su violación, por el contrario, tiene repercusiones muy graves y duraderas. Fundamento de las antiguas naciones. Jerarquías sociales rígidas y paternalistas, sólo hay un modo correcto de pensar. Ley y orden, control de la impulsividad a través de la culpa, creencias literales y fundamentalistas y obediencia a una ley impuesta por un Otro fuertemente convencional y conformista. A menudo asume un aspecto “religioso” o “mítico”, esto es, hay un sentido mítico-pertenencia, motivo por el cual se puede denominar como el nivel “santo/absolutista”, aunque también puede asumir el aspecto de un Orden o de una misión secular o atea. Se halla presente en la América puritana, en la China confuciana y en la Inglaterra de Dickens, en los códigos de honor de la caballería, en las obras buenas y caritativas, en el fundamentalismo islámico, en las “buenas obras” de los scouts, en el patriotismo de la “mayoría moral”. (40% de la población y 30% del poder.)
Quinto nivel: Logro científico. En esta ola, el yo “escapa” de la “mentalidad azul del rebaño” y busca la verdad y el significado en términos individuales. Es un nivel hipotético-deductivo, experimental, objetivo, mecánico y operativo (o, lo que es lo mismo, científico). El mundo se presenta como una maquinaria racional bien engrasada que funciona siguiendo leyes naturales que pueden ser aprendidas, dominadas y manipuladas en propio beneficio. Muy orientada hacia objetivos y especialmente hacia el beneficio material. Las leyes de la ciencia gobiernan la política, la economía y los asuntos humanos. El mundo se presenta como una especie de tablero de ajedrez en el que destacan los ganadores. Alianzas comerciales y explotación de los recursos de la Tierra en beneficio propio. Fundamento de las sociedades de estados. Se halla presente en la Ilustración, La rebelión del Atlas (la novela de Ayn Rand), Wall Street, la Costa Azul, la clase media emergente de todo del mundo, la industria de la moda y de la cosmética, la búsqueda del triunfo, el colonialismo, la guerra fría, el materialismo y el liberalismo centrado en uno mismo. (30% de la población y 50% del poder.)
Sexto nivel: El yo sensible. Centrado en la comunidad, en la relación entre los seres humanos, en las redes y en la sensibilidad ecológica. El espíritu humano debe ser liberado de la codicia, del dogma y de la división; el respeto y la atención a los demás reemplaza a la fría razón; respeto y cuidado por la tierra, Gaia y la vida. Establece vínculos y uniones laterales y es contrario a las jerarquías. Yo permeable y relacional centrado en redes. Énfasis en el diálogo y las relaciones. Fundamento de las comunidades de valor (agrupaciones libremente elegidas basadas en sentimientos compartidos). Toma de decisiones sustentada en la conciliación y el consenso (desventaja: dilación “interminable” del proceso de toma de decisiones). Presta atención a la espiritualidad, la armonía y el enriquecimiento del potencial humano. Fuertemente igualitario, antijerárquico, centrado en valores plurales, en la construcción social de la realidad, en la diversidad, el multiculturalismo y la relativización de los valores, una visión del mundo a la que habitualmente se conoce con el nombre de relativismo pluralista. Subjetivo y centrado en el pensamiento no lineal; fomenta la cordialidad, la sensibilidad, el respeto y el cuidado por la Tierra y por todos sus habitantes. Se halla presente en la ecología profunda, el postmodernismo, el idealismo holandés, el counseling de Rogers, el cuidado por la salud canadiense, la psicología humanista, la teología de la liberación, el Consejo Mundial de las Iglesias, Greenpeace, los derechos de los animales, el ecofeminismo, el postcolonialismo, Foucault/Derrida, lo políticamente correcto, los movimientos en pro de la diversidad, los derechos humanos y la ecopsicología. (10% de la población y 15% del poder.)
Con la actualización del sexto nivel, la conciencia humana experimenta un verdadero salto cuántico hacia “el pensamiento de segundo grado”, un salto que se puede calificar de “avance trascendental” que permite “llegar a profundidades de significado anteriormente insondables”. Dicho en dos palabras, con la emergencia de la conciencia del segundo grado, el ser humano puede pensar tanto vertical como horizontalmente (utilizando tanto las jerarquías como las heterarquías), con lo cual puede abarcar, por vez primera, el espectro completo del desarrollo interno y advertir la importancia crucial que tiene cada nivel, cada estadio y cada ola en la salud global de todo el proceso espiral del desarrollo.
Así pues, cada ola superior “trasciende e incluye” a sus predecesoras, lo cual quiere decir que va más allá de ellas (las trasciende), al tiempo que las engloba en su misma estructura (las incluye). Una célula, por ejemplo, trasciende pero incluye a las moléculas que, a su vez, trascienden pero incluyen a los átomos. Decir que una molécula trasciende a un átomo no es decir que las moléculas odien a los átomos, sino que los aman, los incluyen en su propio entramado, los abrazan, no los marginan. Por ello cada ola de la existencia constituye un ingrediente esencial de todas las olas subsiguientes, y todas deben ser, en consecuencia, adecuadamente respetadas e incluidas.
Además, cada una de las olas puede verse activada o reactivada en respuesta a las distintas circunstancias que nos depara la vida. Así, las situaciones de emergencia estimulan los impulsos de tercer nivel del poder; el caos reactiva el orden mítico del cuarto nivel; la búsqueda de un nuevo trabajo incentiva los impulsos del quinto nivel científico del logro y el matrimonio y la amistad pone en marcha el sexto nivel de la intimidad. Todos los estadios, pues, aportan algo sumamente importante.
Lo que ninguno de esos estadios puede hacer, no obstante, es darse plena cuenta de la existencia del resto de los estadios. En consecuencia, cada uno de los estadios del primer grado considera que su visión del mundo es la única adecuada y, por tanto, reacciona negativamente cada vez que se siente amenazado. Por ello también el cuarto nivel del orden se siente muy incómodo con la impulsividad del segundo nivel y con el individualismo del quinto nivel, que el quinto nivel del logro considera que el orden del cuarto nivel es cosa de personas muy rígidas y que la vinculación propia del sexto nivel es cuestión de gente muy blanda. El igualitarismo del sexto nivel, por su parte, no admite fácilmente la excelencia, el ordenamiento jerárquico de valores, las grandes imágenes ni nada que pueda parecer autoritario y por ello también suele reaccionar con mucha virulencia en contra del cuarto, quinto y de cualquier otro nivel posterior al sexto.
Este estado de cosas empieza a cambiar con la emergencia del “pensamiento de segundo grado”, una modalidad plenamente consciente de los estadios interiores del desarrollo que permite -aunque no lo haga de un modo claramente articulado- dar un paso atrás y asumir una visión más global. Por ello el pensamiento de segundo grado reconoce y comprende el papel que desempeñan -y, en consecuencia, la necesidad del resto de los estadios. Por esta razón la conciencia de segundo grado no sólo piensa en términos de un determinado nivel sino de la espiral completa de la existencia.
Así, cuando el sexto nivel comienza a aprehender los muchos y muy diversos sistemas y contextos que existen en las diferentes culturas, el pensamiento de segundo grado, que no en vano es conocido también con el nombre del séptimo nivel sensible (es decir, sensible a la marginación de los demás) va un paso más allá y, al advertir los ricos contextos que vinculan estos sistemas plurales, comienza a integrar los sistemas separados en espirales y holoarquías integrales y holísticas. El pensamiento de segundo grado, dicho en otras palabras, resulta útil para pasar del relativismo al holismo o, lo que es lo mismo, del pluralismo al integralismo.
La conciencia integral de segundo grado se despliega, al menos, a través de dos grandes olas:
Séptimo nivel: Integrador. La vida se presenta como un calidoscopio de jerarquías [holoarquías], sistemas y formas naturales cuya prioridad principal gira en tomo a la flexibilidad, la espontaneidad y la funcionalidad. Las diferencias y las pluralidades pueden integrarse naturalmente en corrientes interdependientes. El igualitarismo puede complementarse, cuando es necesario, con grados naturales de ordenamiento y excelencia, con lo cual el rango, el poder, el estado y la dependencia del grupo se ven reemplazados por el conocimiento y la idoneidad. El orden mundial prevalente es el resultado de la existencia de diferentes niveles de realidad (estadios) y de las inexorables pautas del movimiento de ascenso y descenso en la espiral dinámica. El gobierno adecuado facilita la emergencia de entidades pertenecientes a niveles de complejidad cada vez mayor (jerarquía anidada). (1% de la población y 5% del poder.)
Octavo nivel: Holístico. Sistema holístico universal, holones/olas de energías integrativas; integra el sentimiento y el conocimiento; múltiples niveles entrelazados en un sistema consciente. Orden universal consciente y vivo que no se basa en reglas externas (del cuarto nivel) ni en lazos grupales (del sexto nivel). Tanta teórica como prácticamente, es posible una “gran unificación”, una Teoría integradora universal. Hay ocasiones en que desencadena la emergencia de una nueva espiritualidad que engloba la totalidad de la existencia. El pensamiento de octavo nivel utiliza todos los niveles de la espiral, advierte la interacción existente entre múltiples niveles y detecta los armónicos, las fuerzas místicas y los estados de flujo que impregnan cualquier organización. (1% de la población, 1 % del poder.)
Con menos del 2% de la población en el pensamiento de segundo grado (y tan sólo un 1 % en el octavo nivel), el pensamiento de segundo grado es relativamente raro hoy en día y constituye una auténtica “vanguardia” de la evolución colectiva del ser humano. Este tipo de conciencia puede ser ilustrado con ítems que van desde la noosfera de Teilhard de Chardin hasta la emergencia y expansión de la psicología transpersonal, las teorías del caos y de la complejidad, el pensamiento sistémico integral-holístico, las integraciones pluralistas de Gandhi y Mandela afirmando con toda claridad que se halla en marcha un proceso de actualización de estadios todavía más elevados...
El salto a la conciencia de segundo grado
Pero, la emergencia del pensamiento de segundo grado debe vencer la resistencia que le ofrece el pensamiento de primer grado. De hecho, existe una versión del sexto nivel postmoderno (abiertamente pluralista y relativista) que se muestra francamente refractario a la emergencia de un pensamiento más integrador y holístico. Sin el pensamiento de segundo grado, la humanidad está condenada a ser la víctima de una especie de “enfermedad autoinmune” en la que los distintos estadios luchan entre sí por la supremacía.
Éste es el motivo por el cual muchos de los argumentos presentados no reflejan tanto una evidencia objetiva, como el nivel subjetivo de quienes los esgrimen. Poco importa la cantidad de evidencia científica de quinto nivel presentada porque nunca acabará convenciendo a los creyentes míticos del cuarto nivel y lo mismo ocurrirá con la relación del sexto u octavo nivel, que jamás impresionarán a la agresividad del quinto nivel ni al pluralismo del sexto nivel, respectivamente... a menos que el individuo se halle preparado ya para dar un paso hacia adelante en su camino a través del proceso espiral y dinámico del desarrollo de la conciencia. Y éste es también el motivo por el cual los debates “ínter niveles” rara vez se resuelven y que todas las partes implicadas salen de ellos con la sensación de no haber sido siquiera escuchadas.
Del mismo modo, nada de lo que podamos decir aquí convencerá de la plausibilidad de una teoría universal unificadora de todo, a menos que su paleta cognitiva se halle ya teñida con el octavo nivel (en cuyo caso pensará: “¡Esto es algo que ya sabía, aunque ignoraba el modo adecuado de articularlo!”.
Como estábamos diciendo, los estadios de primer grado suelen resistirse a la emergencia de los estadios de segundo grado. Por ello el materialismo científico (de quinto nivel) se muestra violentamente reduccionista con los constructos de segundo grado y trata de reducir todos los estadios interiores a fuegos artificiales neuronales objetivos; el fundamentalismo mítico (del cuarto nivel), por su parte, suele sentirse ultrajado, con lo que muy a menudo considera como un intento por derribar su Orden establecido; el egocentrismo (del tercer nivel) ignora por completo el pensamiento de segundo grado; la magia (del primer nivel) lo maldice, y quinto nivel, por su parte, acusa a la conciencia de segundo grado de ser autoritaria, rígidamente jerárquica, patriarcal, opresiva, marginalizadora, racista y sexista.
En las últimas tres décadas, el sexto nivel -cuyos términos claves probablemente ya conozca (pluralismo, relativismo, diversidad, multiculturalismo, deconstrucción, antijerarquía, etc.) ha estado a cargo de los estudios culturales.
Y hay que decir que el relativismo pluralista del sexto nivel ha ensanchado noblemente el canon de los estudios culturales hasta incluir muchas personas, ideas y narrativas anteriormente marginadas y ha actuado con la sensibilidad suficiente como para tratar de corregir los desequilibrios sociales y evitar las prácticas marginalizadoras.
En este sentido, ha sido responsable de iniciativas fundamentales en el campo de los derechos civiles y de la protección del medio ambiente; ha desarrollado críticas muy elaboradas y persuasivas de las filosofías, metafísicas y prácticas sociales del cuarto nivel religioso convencional y del quinto nivel científico y de sus agendas a menudo exclusivistas, patriarcales, sexistas y colonialistas.
Pero también hay que señalar por otra parte que, por más eficaz que haya sido su crítica de los estadios anteriores, el sexto nivel también ha dirigido sus andanadas hacia todos los estadios post-sexto nivel, con resultados más que desafortunados, tomando muy difícil -y, en demasiadas ocasiones, hasta imposible- su avance hacia construcciones más holísticas e integrales.
Porque lo cierto es que el relativismo pluralista (del sexto nivel) -que se encuentra más avanzado que el absolutismo mítico (del cuarto nivel) y que la razón formal (del quinto nivel) y se adentra en contextos individualistas ricamente texturados- se halla teñido de un fuerte subjetivismo.
Y ello significa que su visión de la verdad y la bondad está muy determinada por las preferencias individuales (con tal de que el individuo no dañe a los demás). Desde esta perspectiva, lo que es cierto para usted no necesariamente lo es para mí, puesto que lo correcto es simplemente lo que los individuos o las culturas deciden en un determinado momento; no existe ninguna verdad o conocimiento universal; cada persona es libre de encontrar sus propios valores, que no tienen por qué ser los mismos que los de los demás. Se trata de una postura que puede ilustrarse perfectamente con la frase “Tú ocúpate de tus cosas que yo lo haré de las mías”.
Éste es el motivo por el cual este estadio también es conocido como el del “yo sensible”. Y precisamente porque es consciente de la existencia de muchos contextos diferentes y de numerosas verdades diferentes (pluralismo), vuelve hacia atrás en un esfuerzo por permitir que cada verdad disponga de su propio espacio, sin marginar ni desdeñar a ninguna. Por ello, al igual que ocurre con los términos “antijerarquía”, “pluralismo”, “relativismo” e “igualitarismo”, cada vez que escuche la palabra “marginación” se hallará muy probablemente en presencia de un sexto nivel.
Lamentablemente, este noble intento también tiene sus inconvenientes. Las reuniones que se atienen a los principios del sexto nivel tienden a discurrir de un modo muy similar: todo el mundo comienza expresando sus sentimientos (lo que suele requerir varias horas); luego tiene lugar un proceso casi interminable en el que todo el mundo expresa sus opiniones, sin llegar a tomar, en muchos casos, ninguna decisión o curso de acción concreto, porque muy probablemente excluiría a alguien.
Así pues, existe la intención de mantener un abrazo inclusivo, no marginador y compasivo de todos los puntos de vista, pero sin saber exactamente cómo hacerlo, porque lo cierto es que no todos los puntos de vista tienen el mismo valor. Así es como se llega a la curiosa situación de que el éxito de la reunión no depende tanto de llegar a una conclusión, como de haber permitido que todo el mundo tuviera la oportunidad de expresar sus sentimientos. Puesto que se supone que ninguna visión es intrínsecamente mejor que otra, no puede recomendarse ningún curso real de acción más que el de compartir todas las visiones y, en el caso de que alguien exponga una afirmación con convencimiento, se considera como un ejemplo de opresión autoritaria. En los años sesenta circulaba un refrán muy común que decía algo así como que “la libertad es una reunión interminable”... pues bien, no cabe la menor duda de que la parte “interminable” era cierta.
El relativismo pluralista es la actitud dominante en el mundo académico. Según esta concepción, la razón humana es intrínsecamente local, culturalmente relativa, arraigada en los hechos cambiantes de la naturaleza y la historia humana, una cuestión de “prácticas”, “formas de vida”, “marcos de referencia” y “esquemas conceptuales” diferentes. No existe ninguna norma de razonamiento que trascienda lo que es aceptado por una sociedad o una época determinada y no existe justificación objetiva alguna para la creencia de que todo el mundo debe respetar el dolor del mal funcionamiento cognitivo. De este modo diferentes personas pueden asumir legítimamente pautas de acción distintas. La única justificación, en última instancia, de una creencia asume la forma de “que sea justificada para mí”. Es decir, este sistema contempla el mundo desde una perspectiva relativa y el pensamiento pone un énfasis radical y compulsivo en verlo todo desde un marco de referencia relativo y subjetivo.
Tal vez ahora resulte evidente que el hecho de que el relativismo pluralista asuma una postura tan subjetivista lo toma especialmente proclive a caer en el narcisismo. Y ése es, precisamente, el meollo del problema, porque el pluralismo se convierte de manera inadvertida en un superimagen para el narcisismo, en el hogar de la cultura del narcisismo y no hay que olvidar que el narcisismo es el gran destructor de cualquier cultura, en general, y de cualquier Teoría universal, en particular (puesto que se niega a salir de su propia órbita subjetiva y no puede permitir la existencia de otras verdades distintas a la suya). Así pues, el primero de los obstáculos que impiden la emergencia de una auténtica Teoría universal es, desde mi punto de vista, la cultura del narcisismo.

LA REFORMULACIÓN DE LA MASONERÍA PARA EL SIGLO XXI.

LA DEBACLE DE LA FILOSOFÍA ACTUAL.

La Masonería, como la vida, es un proceso de reexamen perpetuo, pues la Masonería es una peculiar destilación de una parte consciente de nuestra vida. Es una parte inmensamente importante de la imagen de nosotros mismos, imagen que vamos formando en interacción con el mundo externo, con nuestra historia pasada, con nuestros sueños futuros. La Masonería otorga ancla, dirección y sentido del significado de la vida. Cada época y cada sociedad se basa en algunas creencias y supuestos fundamentales, los que son vividos como si fueran la verdad. Justifican las demás cosas que se desprenden de ellos, pero ellos mismos se aceptan en un acto de fe. Un cambio en la Masonería es un cambio de los cánones aceptados de fe, ya sea que esta fe tenga un carácter religioso o secular. E inversamente, cuando un pueblo, una sociedad o una civilización determinada esta quebrada y desalentada, exige una fresca reformulación del pensamiento, en verdad más a menudo de lo que exige una nueva base filosófica y la Orden Masónica no esta ajena a esta reformulación.

Sería un lugar común repetir que nuestra Orden perdió su fe, su confianza y su dirección y que necesita una nueva base filosófica para salir de su actual estado. Sería un lugar común repetir que la Masonería del pasado, incluida la Masonería anglosajona analíticamente orientada del siglo XX, surgió como resultado de una destilación especifica de la mentalidad occidental del siglo XX, y que como tal no sólo fue justificable sino quizás hasta inevitable. Nuevamente, sería un lugar común hacer la observación de que cuando el pueblo masónico toma un nuevo cariz, la Masonería debe reexaminar sus posiciones, sacudirse el polvo de sus dogmas y estar preparada para dejarse impregnar por nuevas ideas y una nueva vitalidad. Sin embargo, no se puede efectuar tal proceso de radical reformulación intelectual sin cierta resistencia y cierto dolor; pues todos nosotros estamos gustosamente adheridos a nuestros dogmas y a nuestros hábitos mentales, aun los más librepensadores.

Recuérdese que la Masonería vive en una era profana marcada por la especialización, de esas canteras obtiene sus miembros. ¿Y qué se espera de un especialista? Que sepa bien una cosa -aun a costa de que sea un ignorante en muchas otras cosas-, que taladre concienzudamente en su única cosa, y que esté orgulloso de ser un técnico estrecho. En el ciclo en que el último dios es un técnico, todos los dioses menores también son técnicos.

En la medida que los masones actuales pueden cumplir con el reto de la era técnica y exhibir sus proezas como técnicos virtuosos, ellos resultan admirables pues, en una era técnica, los aplausos los recoge el virtuosismo técnico. En la medida que ellos debieron renunciar a una parte de la gran tradición filosófica y humanística y con ello estrechar drásticamente el campo y la naturaleza de sus problemas para alcanzar ese virtuosismo, decepcionaron a la misma Orden masónica.

Pero quizás estos masones no sean culpables; no enteramente en todo caso. Son simples seguidores. La totalidad de la humanidad más avanzada vive gozosa en la especialización. A tal punto que como civilización alucinamos con ser la más grande de todas las que existieron, mientras que sus miembros se arrastran encarnando la miseria y la ansiedad. Nuestros conocimientos y nuestra filosofía fragmentada sólo ensanchan la brecha entre la vida y el pensamiento. El profético clamor de T. S. Eliot: “¿Dónde está la vida que perdimos al vivir? ¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que perdimos en la información?” y talvez repiquetean hoy mas verdadero que nunca.

Los fuertes prosperan en los desafíos, pues toda reformulación es un desafío por excelencia lanzado a los límites de nuestra comprensión del mundo. Ahora nos encontramos en otro período de fermento y agitación en el cual debemos desafiar los límites de nuestra compresión del mundo analítica y empirista al tiempo que debemos elaborar un nuevo encuadre conceptual y filosófico en el que pueda enmarcarse una multitud de nuevos problemas sociales, éticos, ecológicos, epistemológicos y ontológicos. Casi todos los masones sienten la necesidad de un nuevo encuadre filosófico. Sería lamentable que justamente los masones estén entre los últimos que reconozcan esto. Pero siento que muchos de ellos están, diligentemente, buscando a tientas nuevas ópticas. La Masonería es una gran ocupación, que tiene un gran pasado y un gran futuro. Su estado actual es una oportunidad para estar a la altura de su herencia.

En el siglo XX en el mundo filosófico profano se han hecho muchas propuestas que deben tomarse en cuenta para la reformulación de la Masonería. Así, Heidegger cierta vez observó que ya casi no se escriben libros de metafísica. La metafísica, y en alguna medida toda la filosofía, es una respuesta al desafío de la vida, al desafío de los problemas reales que se nos imponen con fuerza irresistible. La metafísica genuina de un determinado período significa la reformulación en profundidad y de nuevo de los problemas del hombre y del mundo en ese determinado momento. En este sentido, la reformulación de la Masonería debe ser una nueva metafísica para nuestros tiempos. Y en este sentido los diversos tratados de metafísica que analizan sólo la estructura lógica de las proposiciones, o tratan de inyectar a la fuerza diversos niveles de ser en compartimientos semánticos premoldeados, no están más que tratando de cazar la sombra de un mundo que se está desvaneciendo.

Cuando Wittgenstein propuso su atomismo lógico, éste constituía una genuina metafísica porque tenía su origen en un problema real: volver a establecer cimientos sólidos y coherentes para la matemática. Se pensó que era absolutamente vital que al menos la matemática estuviera firmemente anclada. Existía la esperanza de que la matemática, por medio de la lógica, suministrara fundamentos seguros para todas las demás ramas del conocimiento. Por otra parte, en ese momento la nueva lógica matemática - que más tarde fue ingeniosamente usada como sostén conceptual del atomismo lógico - prometía terminar con el caos en filosofía y prometía también establecer un sistema filosófico científico muy superior a todo cuanto nunca hubiera existido. Por lo tanto, dada la situación del conocimiento del momento, y dadas las aspiraciones de la época creía en la solución mediante la ciencia, la lógica y el progreso tecnológico, y que realmente deseaba la salvación en estos términos y por ello, el atomismo lógico era una empresa justificable, valiente e ingeniosa. Además, dado el estado de los conocimientos y el estado de las mentes en los años 20, “La estructura lógica del mundo”, de Carnap, todavía era una propuesta metafísica legítima, aun cuando estaba reventando sus costuras porque intentaba hilvanar juntas, en un bordado demasiado primoroso, demasiadas cosas. Tal vez Orman Var Quine haya sido el último metafísico de la época que buscaba con avidez la resolución de nuestros mayores problemas mediante las estructuras lógicas. Todo lo que viene después de Quine, o sea, las diversas concepciones de la metafísica concebidas como sistemas lógicos, son puros epígonos. Actualmente, ni la situación de los conocimientos ni las aspiraciones de la época se parecen remotamente a las de los años 20 y 30.

Rindamos homenaje a lo que merece homenaje. La filosofía analítica hizo mucho para liberarnos del hechizo del lenguaje. Y Wittgenstein por cierto merece ser aclamado como el hombre que hizo más que nadie para liberarnos de ese hechizo. Pero reconozcamos que la filosofía de Wittgenstein tiene sus propios limites, que ya pasaron más de 40 años desde que concibió y escribió sus Investigaciones filosóficas, y que desde entonces llegamos a damos cuenta que las Investigaciones no son la última palabra de los problemas filosóficos. No hay duda de que nuestra perspectiva varió durante los últimos diez o quince años. Al punto que volvimos a darnos cuenta que los problemas filosóficos emergentes no son nunca de naturaleza lingüística analítica. Son parte de nuevas formas vitales que emergen, y como tales exigen ajustes en nuestra ontología y epistemología, además de un nuevo aparato conceptual y lingüístico. En la actualidad, estamos una vez más empezando a dejarnos impregnar por los problemas del “mundo real”. Está en marcha la revisión de toda la tradición wittgensteniana y analítica. Ahora, al ser conceptualmente potentes y lingüísticamente hábiles, podemos seguir divirtiéndonos con juegos semánticos, y por cierto podemos resguardamos de aquellos que tratan de romper nuestros capullos de seda lingüísticos; pero no serviría de nada. Pues la realidad es que actualmente la mayoría de los filósofos sabe en lo más íntimo que se acerca una nueva era de la filosofía; que el mundo espera que los filósofos presten atención a los nuevos problemas filosóficos de nuestros tiempos; que el idioma lingüístico-analítico rinde elegantes resultados, pero es de alcance limitado, que hemos sido hechizados por Wittgenstein, y esto es irónico, porque él nos advirtió que no nos dejemos hechizar ni por el lenguaje ni por conjunto alguno de proposiciones de ningún filósofo en particular.

En los últimos años de su vida, el biólogo C. H. Waddington, mientras estaba reformulando los dilemas del conocimiento biológico actual, que consideraba eran los dilemas de la totalidad de nuestro conocimiento actual, despotricaba contra la filosofía y los filósofos por habernos llevado por el camino equivocado. Alegaba (como lo hicieron otros) que la filosofía tomó un giro equivocado a principios de siglo. En vez de haber seguido a Whitehead y su filosofía holística y organicista, siguió a Bertrand Russell y su filosofía atomista y lógica. El consejo de Waddington era: “Volvamos a Whitehead”. Sin embargo, su diagnosis del pasado está preñada de dificultades. Pues, si tomamos en cuenta la totalidad del impulso de la época, esto es, su fe en el progreso, en la exactitud, en la ciencia, y, sobre todo, dada la potencia conceptual de las herramientas de la lógica matemática, con su precisión, su tersura, su elegancia y su finalidad, la búsqueda de soluciones mediante la lógica era demasiado irresistible como para que nos permitiésemos seguir a Whitehead con anterioridad.

Pero ahora todo es distinto. El atomismo lógico, el positivismo lógico, el sueño de un sistema científico de filosofía y la salvación vía higiene lingüística no son más que historia. La realidad actual muestra un mundo en que el conocimiento científico está tambaleando, un mundo en que los conceptos de la naturaleza de la ecología exigen redefiniciones conceptuales porque se han convertido en los principales problemas filosóficos. Este es un mundo con angustias sociales e individuales sin precedentes, angustias que, paradójicamente, han sido provocadas por una tecnología aparentemente benigna que se tornó nuestra muleta, hasta el punto que somos incapaces de pensar y actuar por nosotros mismos, creándose así otro problema filosófico en boga, que debe ser atendido en el seno de las logias masónicas.

La vida está en continuo desenvolvimiento. El mundo está en continuo cambio. Y los masones debemos estar en continua reflexión. Comprender las formas cambiantes del universo constituye nuestro apremio y nuestra necesidad.

Al bosquejar el alcance de lo que yo denomino la reforma de la Masonería, abogaré por una nueva filosofía que en realidad apunta a un retorno a la gran tradición masónica, esto es, la tradición que carga sobre sus espaldas grandes esfuerzos e intentos de ser culturalmente significativa. Desde el momento que quiero ir más allá de los cánones y preceptos de la filosofía actual, no puedo dejarme limitar por sus criterios de validez. La reformulación de la Masonería que aquí estoy presentando se ofrece como un desafío. Ella posee suficientes problemas de significación como para hacer que los masones (y no sólo los masones) reflexionen, sopesen, reexaminen, propongan nuevas intuiciones y verdades. Más allá de combates creativos y encuentros bulliciosos, están naciendo nuevas verdades; entretanto, la regurgitación de viejas verdades, se trate de la filosofía hegeliana o analítica, sólo podrá producir el embotamiento profundo de las mentes. Es indicio de una mente iluminada aceptar la concisión del desafío con la ecuanimidad de espíritu y la generosidad de corazón características de los verdaderos buscadores de nuevos horizontes. Desearía que los principios de la reformar masónica fueran recibidos con este espíritu. Quisiera agregar una aclaración terminológica. Cuando digo “filosofía actual” me estoy refiriendo principalmente a la actual filosofía occidental de alcurnia empirista, analítica y científica, pues esta es la filosofía que no sólo domina las universidades anglosajonas sino que, indirectamente, se ha convertido en la filosofía aceptada en todo el mundo. Cuando los países árabes hablan de progreso (o cuando un jeque árabe compra un Mercedes Benz, que de eso se trata), cuando la gente habla de revolución verde o de impartir educación a los analfabetos de los países del Tercer Mundo, todo ello se expresa y se hace dentro del contexto implícito de la filosofía influida por el empirismo y el mecanicismo analítico occidental. Todas las principales transacciones económicas mundiales tienen el aval de nuestra filosofía occidental (empirista y positivista).

Sé que existen diferencias entre el atomismo y la fenomenología de Husserl, entre la filosofía del último Wittgenstein y el existencialismo de Sartre (todos ellos productos occidentales). Pero también sé que la fenomenología y el existencialismo han tenido poca influencia y le han hecho poco daño al mundo y a los individuos que adhieren a sus principios, mientras que la filosofía positivista empíricamente orientada, especialmente la que se desarrolló en los países anglosajones, suministra la justificación filosófica al paradigma despiadado, explotador, mecanicista que ha lanzado la orden de degüello contra la ecología del planeta, contra las naciones del Tercer Mundo y contra los mismos individuos que trataron de vivir sus vidas a imagen y semejanza de las máquinas. Y es esta versión de la filosofía actual que se tiene que tomar en cuenta para la reformulación de la masonería y para la cual trata de ofrecer una alternativa.

También sé que quizás ninguno de los filósofos analíticos actuales se puede reconoce en la reconstrucción masónica que se propone. No estoy analizando ningún filósofo en particular ni ningún conjunto de filósofos, sino la esencia y, sobre todo, las consecuencias, de todo el modo de pensamiento filosófico de una época determinada. Más que nada, estoy investigando cuáles son los cambios que se deben hacer en ese modo de pensamiento para lograr que la Masonería sea una verdadera herramienta de sostén en nuestra búsqueda de un vivir con sentido.

Precisamente ese modo de pensar simplista, lineal, atomicista, determinista - para abreviar, científico -, que corta todo en pedacitos y luego embute la variedad de la vida en casilleros de conocimiento físico, es lo que yo planteo como reformable, pues en última instancia produce consecuencias reformables. Por lo tanto, cuando digo que al inventar nuevas tácticas de vida necesitaremos repensar nuestras relaciones con el mundo en su conjunto, lo que quiero significar expresamente es que necesitamos abandonar la concepción mecanicista del mundo y reemplazarla por otra mucho más rica y amplia. La reformulación de la Masonería trata de suministrar los rudimentos de esta concepción alternativa.

¿Qué es la reformulación de la Masonería? ¿En qué difiere de la filosofía actual? Distinguiré doce de sus características y las compraré con las características correspondientes de la filosofía actual. Para que el contraste sea más notable, empezaré presentando dos diagramas, uno de la reformulación de la Masonería y otro de la filosofía actual, los que articularé en detalle a medida que avancemos.

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA REFORMULACIÓN DE LA MASONERÍA.

I. La Reformulación de la Masonería está orientada hacia la vida: en contraposición con la filosofía actual, que está orientada hacia el lenguaje. La vida no es un cáncer terminal, como sostienen ciertos practicantes de la medicina, sino un fenómeno positivo con fuerza y belleza propias. Aquellos que no pueden reconocer el vector positivo de la vida ya se han apartado de día y se han dejado arrastrar hacia el abismo.

Nosotros no tenemos que justificar nuestra predilección por la vida, pues ¿qué es más importante que tomarse la vida en serio? indudablemente, el peso de la prueba recae sobre los filósofos analíticos. Son ellos quienes deben justificar qué utilidad tiene para la vida su filosofía. Nosotros tratamos de no preocuparnos por ello ni les solicitamos que den alguna vulgar justificación pragmática de la filosofía, ni se les dice: “muéstrenme cómo afectan mi vida sus enseñanzas o si no les pego un tiro”. Pero, a largo plazo, alguna justificación debe darse. Una obvia, que dan los filósofos actuales, es la que consiste en sugerir que la filosofía basada en el lenguaje amplia el alcance de nuestros conocimientos sobre el lenguaje y el mundo, y de tal modo asegura cultura y provee mejores herramientas para vivir. Sin embargo, ese de tal modo constituye un gran salto; se trata en realidad de un artículo de fe, no de una conclusión lógica. Toda la justificación se viene abajo si, y desde el momento que, observamos que, por la influencia de este conocimiento supuestamente superior provisto por la ciencia y la filosofía científicamente orientada, desembocamos en las peores patologías ecológicas, sociales e individuales. La cuestión es que los filósofos académicos, en su enfrascamiento (o quizá debiéramos decir en su aislamiento), muy a menudo ni siquiera se molestan en dar justificación alguna para su filosofía.

La filosofía está en los programas universitarios. Y para ellos esto ya es suficiente. No obstante, la vida tiene sus propios modos de vengarse.

La filosofía es esencialmente pública y social. Tarde o temprano, la vida, por medio de la sociedad o de algunos individuos impertinentes, preguntará “¿qué estás haciendo y para qué sirve?” A veces esta pregunta es planteada a los filósofos en forma amable e indirecta, a veces en forma violenta, como ocurrió en 1976 en la Universidad Rockefeller, cuando cuatro distinguidos filósofos fueron baleados. Por consiguiente, no necesitamos justificarnos por sostener que queremos una filosofía que mejore la vida, ya que toda filosofía tiene una única justificación, el mejoramiento de la vida. El hecho de que haya una montaña de reflexión analítica y que muchos filósofos estén completamente enterrados bajo esa montaña, no significa nada excepto que existe tal montaña de reflexión analítica. No negaremos que buena dosis de brillantez, ingenuidad y esfuerzo tenaz se ha desplazado hacia esas aventuras analíticas, pero eso no nos impide expresar que buena dosis de todo ello fue energía malgastada debido a que la filosofía se auto encerró en un hermetismo obcecado.

II. La reformulación de la Masonería significa compromiso con los valores humanos, con la naturaleza, con la vida misma; mientras que la filosofía existente manifiesta su compromiso con la objetividad, con el desapego, con los hechos. Todas las formas vitales están comprometidas. La vida, en tanto fenómeno ontológico, no admite objetividad ni desapego. La objetividad es una ficción de la mente humana; no existe en la naturaleza. Se podría argumentar que la objetividad es un modo de evaluación. En tal caso, podemos decir que esa afirmación no se basa en la realidad física tangible que existe allí afuera, sino que es sólo una disposición de la mente humana. Permítaseme repetir: la objetividad no es un “hecho objetivo” que reside allí afuera. ¿Alguien la ha visto? ¿En un microscopio, o a través de cualquier otro instrumento? Ahora bien, si la objetividad ha de tener su más sólida justificación en la física, entonces sepamos que esta justificación de ningún modo es sólida, no sólo debido al principio de incertidumbre de Heisenberg, sino también porque, a nivel del último análisis, no tenemos manera de validar qué es lo que estamos aprehendiendo mediante nuestras teorías científicas: si lo que existe realmente allí afuera, o el comportamiento de los instrumentos científicos creados a nuestra propia imagen. En otras palabras, en determinado momento del análisis, cuando accedemos al problema de la existencia de las últimas partículas subatómicas, el basamento (objetivo) de la física atómica se desmorona, y tenemos la impresión de encontrarnos en una situación zen. Nosotros co-constituímos la existencia a través de nuestra percepción; el que percibe es inseparable de lo que percibe. (Recordemos lo que expresa Fritjof Capra en “El Tao de la Física”).

El concepto de objetividad esta inseparablemente ligado al boom de las llamadas metodologías, las que, en las diversas disciplinas, no son más que diferentes maneras de interpretar el mismo mito de la objetividad. La proliferación de metodologías es una amenaza. Si bien quisieron ser una ayuda y un remedio, a largo plazo se han convertido en muletas, en substitutos del pensamiento.

Las preguntas fundamentales ¿Cómo hay que vivir?, ¿Cómo son la cosas?, son esencialmente diferentes de la pregunta “¿Cómo hay que?” (Hacer las cosas). ¿Cómo hay que vivir? tiene que ver con las metas últimas. Las metodologías, en cambio, poseen una finalidad específica y temporal, tienen que ver con los cambios específicos de las cosas o con los modos específicos de manipular los conocimientos.

Cuando la meta última se traduce en, y se traiciona por, metodología, la pregunta “cómo hay que vivir” se convierte en la pregunta “cómo hay que hacer cosas”. Esta fue una de las tragedias de nuestro tiempo, o sea, que olvidamos que no existe metodología que pueda dar respuesta a la pregunta “¿Cómo hay que vivir?”. La reformar de la Masonería afirma que es pervertir la vida al traducirla en metodología.

Es pervertir el sentido de la vida humana reducirla al consumo y, por ende, a sus aspectos físicos, biológicos y económicos. El sentido último y la completitud los procuran aquellos momentos singulares en que nuestro ser se encuentra en los dominios transfísicos de la contemplación estética: del enamoramiento, de la profunda iluminación que nos hacen captar cómo son las cosas, de las experiencias espirituales y semiespirituales. Todos éstos son aspectos trascendentales del ser del hombre, y por tanto son transfísicos y transobjetivos. Compasivamente, unimos nuestro propio ser con la corriente más grande de la vida. Ninguna filosofía puede triunfar a largo plazo si no intenta comprender la naturaleza y la vida en términos de compasión. Para decirlo una vez más, la vida es un fenómeno comprometido. Al evitar el compromiso estamos evitando la vida. La filosofía que rehuye la vida y el compromiso, entonces es parte del proceso entrópico que conduce a la muerte. El deseo de muerte de nuestra civilización se ha infiltrado en sus edificios filosóficos. La reformulación de la Masonería trata de revertir este proceso.

III- La reformulación de la Masonería está espiritualmente viva: mientras que la mayor parte de la filosofía contemporánea está espiritualmente muerta. Oh, no empiecen con que primero tengo que justificar en términos físicos mi investigación de la espiritualidad. Porque entonces ustedes no entienden nada de espiritualidad. ¿Cómo podría hacer para hablarles sobre la espiritualidad? Es corno si yo dijera: “Admiren la Afrodita de Knidos”, y ustedes me preguntaran: “¿De qué tipo de mármol está hecho ese objeto, cuales son sus propiedades, su composición química?”. La Afrodita de Knidos, en tanto fenómeno cultural y espiritual, empieza donde termina el mármol en tanto material físico. Del mismo modo: “El mañana y el mañana y el mañana se arrastra a este paso insignificante de día en día hacia la última sílaba del tiempo transcurrido” evidentemente no es expresión de la ignorancia del poeta en el uso del lenguaje, si le hacemos caso a la filosofía semántica, aquí el poeta está mezclando categorías semánticas inapropiadas y antropomorfiza innecesariamente el “mañana”. El concierto para dos violines de Bach está colmado de sonidos. Pero esos sonidos están ordenados en forma diferente a los de la música pop. ¿Tiene para usted alguna importancia esa diferencia? Si no la tiene, vaya y escuche música popular en vez de música clásica. Si la tiene, entonces usted captó lo que significa espiritualidad.

La espiritualidad es algo difícil de captar, difícil de definir, y frecuentemente difícil de defender. Mucha gente tiene dificultad debido a su anterior asociación con las religiones institucionalizadas. Por ello me apuro en tranquilizar al masón diciéndole que estoy empleando el vocablo en un sentido emergente absolutamente nuevo y que tiene poco que ver con el espiritualismo, el ocultismo o las connotaciones dadas por las religiones establecidas. La espiritualidad, tal como lo concibo, es un estado de la mente - en verdad, un estado del Ser. En este estado del ser experimentamos el mundo como si estuviera dotado de gracia, porque somos nosotros mismos los que en tales momentos estamos dotados de gracia. Experimentamos el mundo como un lugar misterioso, elevado, donde estar. Experimentamos el mundo en sus aspectos transfísicos y trascendentes. La primera experiencia espiritual fue aquel primer acto de temor reverencial, cuando el hombre quedó impactado por la belleza y el misterio de la naturaleza. Las religiones tradicionales sin duda incorporan esta forma de experiencia, pero de ningún modo la agotan. Todo el gran arte masónico tradicional, en su creación y en su recepción, es expresión viva de la espiritualidad humana. La reverencia y la compasión, el amor y la adoración ejemplifican distintas formas de espiritualidad. La contemplación de la gran poesía es una experiencia espiritual por excelencia.

Con el fin de trascender su universo meramente biológico, el hombre debió refinar la estructura de su experiencia, su habilidad para dar respuesta a fenómenos cada vez más sutiles, su capacidad para experimentar el mundo a través de su inteligencia activa y de sus sensibilidades progresivamente versátiles. Desde el momento que la evolución alcanzó el nivel cultural, todo acto de percepción y comprensión es un acto de sutil transformación del mundo. La espiritualidad consiste en hacer transfísico lo físico. El mundo experimentado espiritualmente es un mundo en que se magnifica el proceso de transformación activa por medio de la inteligencia y las sensibilidades.

La espiritualidad es, en síntesis, una estructura omniabarcadora para generar nuestra experiencia transfísica, casi un instrumento que le permite al hombre refinarse más y más. Entonces, por una parte, la espiritualidad es un estado del ser, una experiencia peculiar de los agentes humanos que los hace maravillarse ante la gloria de ser humano, o los hace postrarse con compasión o angustia ante otros seres humanos. Por otra parte, vista en la escala evolutiva, la espiritualidad es sinónimo de la propia humanidad, esto es, cuando se la concibe como un medio para humanizar al mono desnudo.

Debe observarse que la concepción de espiritualidad que esbozo; aunque independiente de las religiones tradicionales y tratada como un fenómeno natural es un atributo de la existencia humana; no excluye el reconocimiento de la santidad, lo sagrado, la deidad o la divinidad como encarnaciones específicas de la espiritualidad. Porque al irse haciendo un ser transbiológico, el hombre necesitó imágenes y símbolos con los que pudieran vestirse sus sueños y sus deseos. Una vez que tales imágenes y símbolos fueron deificados e institucionalizados en diversas religiones, su presencia ayudó al hombre a emprender una travesía espiritual más amplia. Contemplando la totalidad de nuestra herencia cultural y espiritual, puede decirse ciertamente que la existencia de lo sagrado y lo divino no ha sido espuria ni circunstancial, sino absolutamente esencial para la construcción del hombre como ser trascendente.

La reformulación de la Masonería está espiritualmente viva, pues se dedica a las últimas extensiones del fenómeno humano, y estas extensiones estudian la vida del espíritu, sin el cual no somos mucho más que chimpancés saltando de árbol en árbol. La mayor parte de la filosofía profana actual está espiritualmente muerta, pues se dedica a los problemas y campos de estudio que excluyen sistemáticamente la vida del espíritu. El lenguaje de la filosofía actual, sus conceptos y sus criterios de validez son tales que, por necesidad, deben dictaminar como inválidas e incoherentes las cuestiones relacionadas con la espiritualidad.

Inquirir por la condición del hombre conduce, inexorablemente, a la conclusión de que la búsqueda esencial del hombre es la del sentido. Esta búsqueda del sentido, ya sea a través de las culturas y religiones tradicionales o a través de la ciencia moderna, constituye una búsqueda espiritual; tiene que ver con la comprensión de cómo son las cosas. Por lo tanto, la naturaleza esencial del hombre es tratar de aprehender las estrellas, aun cuando sólo trate de comprender dónde apoya sus pies. Pretender que tales cuestiones últimas residen en el dominio privado de cada individuo es ceder el dominio público a la codicia, la rapacidad, la explotación. Las grandes culturas y las grandes civilizaciones fueron más sabias al respecto. Algunos filósofos quisieran afirmar que el compromiso con tales cuestiones espirituales, tan importantes como son, no constituye la ocupación del filósofo profesional. Yo quisiera afirmar que ellos están equivocados. La filosofía no se tiene que ocupar en cuestiones pequeñas e insignificantes. Tiene una impresionante trayectoria de ocuparse en cuestiones grandes e importantes. La reformulación de la Masonería tiene el coraje de volver a esas cuestiones importantes.

IV- La reformulación de la Masonería es comprehensiva y holística: mientras que la filosofía actual divide en pedacitos y analiza. La reformulación de la Masonería es comprehensiva, abarcadora, no porque confíe poco críticamente en que puede aprehenderlo y explicarlo todo. Muy por el contrario. Es comprehensiva por necesidad, como resultado de habernos dado cuenta que no tenemos otra alternativa que abordar el mundo de un modo comprehensivo, conectivo y holístico. Buckminster Fuller decía que si la naturaleza hubiese querido que fuésemos especialistas, nos hubiese equipado con un microscopio en un ojo y un telescopio en el otro.

El modo atomístico y analítico de ver las cosas es un modo en el que, casi por necesidad, domina lo trivial, lo fácil, lo obvio y lo físico. La contextura última de la vida requiere un acercamiento que proponga una diversidad de niveles de profundidad, que suponga que existen cosas que desafían el análisis fácil, el análisis es, en cierto sentido, siempre fácil, pues da por sentado que las cosas deben adaptarse a los instrumentos con que las abordamos, y que también reconozca que éstas son las cosas que en última instancia importan. Todo el estudio de las metas últimas también denominada escatología no es analítica.

La reformulación de la Masonería, entendida como holística y comprehensiva, constituye una filosofía metódica que es integrativa, jerárquica y normativa - autorrealizadora con respecto al individuo, y simbiótica con respecto al cosmos.

Una de las cuestiones más delicadas del conocimiento y la filosofía es aquella de la verdad. La reformulación de la Masonería cree que la verdad es un asunto muchísimo mas intrincado que el simple encontrar una descripción adecuada de los hechos dentro del marco de referencia esbozado por el conocimiento físico. Nosotros reconocemos que la verdad consiste en una correspondencia entre la realidad y su descripción. La noción de realidad no puede ser agotada únicamente por los marcos de referencia científicos.

Como todos sabemos, en ecología se presupone un marco de referencia mucho más amplio que el de la física o la química. Por consiguiente, una mera descripción física o química de los fenómenos no sería suficiente cuando estamos en un marco ecológico. Pero la ecología es el marco de referencia último. La evolución suministra un marco mucho más amplio, especialmente cuando se incluye en ella la evolución cultural de la humanidad. Por lo tanto, nuestra noción de verdad debe estar relacionada con el marco de la evolución en un sentido amplio, no con una descripción estática de las cosas dentro de la “teoría evolutiva” suministrada por la biología molecular, sino dentro de la evolución que despliega, desarrolla y produce formas emergentes absolutamente nuevas.

En última instancia, tiene sentido relacionar la noción de verdad con la escala cósmica, dentro de la cual se lleva a cabo la evolución. Sin embargo, aquí existe un problema: uno debería ser omnisciente para aprehender el lugar que ocupa el fenómeno particular de la evolución que se lleva a cabo en la escala cósmica. Por consiguiente, debemos tener suma cautela cuando manipulamos la verdad, pues ésta depende muchísimo de nuestra adecuada descripción del concepto de realidad. Quizás se acercaría más a la verdad decir que toda pretensión de verdad es una aproximación, porque hay sólo una verdad sobre todas las cosas. Tal conclusión no ha de ser confortable para aquellas mentes que están acostumbradas a las categorizaciones rígidas y a adscribir la verdad a los hechos particulares. Sabemos bien cuan restringido es el marco físico de la realidad, y cuán restringidas son sus “verdades”. La escala cósmica es más difícil de aprehender y mas difícil de vivir cotidianamente. Sin embargo, no es la interpretación difícil de las cosas lo que debe interesarnos sino su realidad última.

V- A la reformulación de la Masonería le interesa la sabiduría: en contraposición con las filosofías actualmente existentes, que están dirigidas a la adquisición de información. No es difícil hablar sobre la sabiduría sin parecer pretencioso. ¿Qué es la sabiduría? Hasta el sabio queda indeciso al tratar de contestar esta pregunta. La sabiduría, en todo caso, es ejercitar el juicio, basándose en criterios cualitativos, y comúnmente en situaciones conflictivas. El juicio no puede cuantificarse, ni tampoco puede cuantificarse la compasión, que a menudo constituye parte del acto de juzgar. Entonces, la sabiduría es esencialmente no cuantificable. Por eso es que tenemos tantos problemas hoy en la sociedad cuantitativa. La sabiduría es un estorbo para la sociedad cuantitativa en la medida que desafía su propio ethos; pero al mismo tiempo, paradójicamente, es una cualidad altamente solicitada en cuanto se reconoce que el Hecho y la Medida pueden desgraciadamente transportamos demasiado lejos.

Ahora bien, la influencia de la actual sociedad montada sobre la cantidad, y la influencia de la actual educación, montada en las mismas ancas -una es imagen especular de la otra-, resulta tan penetrante que somos positivamente desalentados en el ejercicio de nuestro juicio, y somos estimulados a tomar decisiones “en base a los hechos”. “Los hechos no opinan; los hechos no juzgan”, se nos dice. Pero esta proposición implica una enorme falacia, porque los hechos sí juzgan de un modo artero; los hechos opinan. Obedecer a los hechos es obedecer a la teoría, y a la concepción del mundo a las que sirven esos hechos y a las que ejemplifican y articulan. Los hechos son entonces juicios autoritarios en defensa de la autoridad llamada el Paradigma Físico de la Realidad. No se puede escapar de los juicios, aun cuando aceptemos el juicio de los hechos.

La sabiduría consiste en poseer el conocimiento correcto. El conocimiento correcto debe estar basado en una apropiada comprensión de las jerarquías estructurales dentro de las cuales se anidan y se nutren los ciclos vitales y los ciclos humanos. E. F. Schumacher dice: “La sabiduría exige una orientación nueva de la ciencia y de la tecnología hacia lo orgánico, lo amable, lo no violento, lo elegante y lo hermoso”. En última instancia la sabiduría debe estar relacionada con nuestra comprensión de la trama venerable y frágil de la vida. Sólo por esta razón debe acarrear compasión, pues la compasión, entendida correctamente, es uno de los atributos de nuestro conocimiento del mundo. Es una escuela manca aquella que no desarrolla la compasión y el juicio. Es una sociedad renga aquella que niega el juicio y la compasión, pues ambos son componentes esenciales para adquirir algunos rudimentos de sabiduría sin la cual la vida es un barco sin timón.

VI- La reformulación de la Masonería es consciente de lo ambiental y lo ecológico: en tanto que la actual filosofía académica se olvida casi absolutamente de los problemas ecológicos y del medio ambiente. Por supuesto que esto es así por definición, pero sepamos que la reformulación de la Masonería excede la cuestión del cuidado de nuestros recursos naturales. Ser ecológicamente consciente no sólo significa dar importancia e inventariar con sensatez los recursos existentes y abogar por medidas y leyes severas para que esos recursos duren más; también significa reverenciar la naturaleza y hacernos conscientes de que somos una extensión de la naturaleza lo mismo que la naturaleza una extensión de nosotros. Los valores humanos deben ser vistos como formando parte de un espectro más amplio en el que participa la naturaleza y que ésta co-define.

Tal vez se podría argumentar que es injusto, y hasta traído de los cabellos, acusar a la filosofía actual de que no se compromete con la ecología porque simplemente no se expide sobre la materia. Precisamente ésta es la cuestión: con su mudez participa de la conspiración de la indiferencia. Los crímenes de silencio son cargos que recaen especialmente sobre aquellos que debieran ser conscientes. Además, la filosofía contemporánea indirectamente avala el punto de vista de que es asunto de especialistas, y que, por ende, las cuestiones que se vinculan con lo ambiental y ecológico tienen que dejarse en manos de los especialistas, de los economistas, los políticos, los ingenieros, los arquitectos, los gerentes. Toda filosofía digna de tal nombre debe advertir que nuestros puntos de vista acerca de la ecología y el medio ambiente están siempre preñados de consecuencias escatológicas, filosóficas y éticas.

VII- La reformulación de la Masonería está alineada con la economía de la calidad de vida: Las filosofías académicas occidentales parecen estar desvinculadas de la economía, pero en realidad están alineadas con la economía del desarrollo material. Ellas funcionan dentro del marco que no sólo apoya, sino que en realidad origina, el ideal del desarrollo y el crecimiento material.

La primera premisa de la economía desarrollista es la idea de progreso material. No existe justificación para la economía del desarrollo en sí misma, sino que ésta recibe su razón de ser al proclamar que está cumpliendo el deseo del progreso material. El ideal del progreso material es poderoso y él sí que se puede sostener sobre sus propios pies. Sin embargo, ese ideal comúnmente forma parte de una estructura más amplia basada en la concepción secular del mundo y en la aceptación del empirismo, tanto en sentido epistemológico como ontológico. Por lo tanto, es a este nivel que debe verse la conexión entre la filosofía actual y la economía del desarrollo. Los filósofos actuales son empiristas o al menos están profundamente afectados por el empirismo. Ellos se adhieren, de cabo a rabo, a la concepción secular del mundo, reconocen en el progreso material una medida válida del progreso y quizá ésta es su única definición de progreso, y por consiguiente apoyan, aunque indirectamente, el modo de operar de la economía del desarrollo. La sencilla realidad es que el empirismo suministra una justificación filosófica a la economía del progreso material.

La reformulación de la masonería cree que una economía que socava la calidad de vida embiste a la vida misma. Esta demostrada la fatuidad y la falta de sentido de la economía engranada con el crecimiento exclusivamente material.

Las fuerzas que determinan el destino de la sociedad, y de los individuos que viven en ella, no pueden quedar fuera de las cabezas de los filósofos. Por esta razón, una comprensión de la economía en términos de sus relaciones con la naturaleza y en términos de su influencia en la sociedad contemporánea es ciertamente una empresa en que la Masonería debe estar comprometida.

VIII- La reformulación de la Masonería tiene conciencia política: también tiene compromiso político, pero no del modo superficial que a menudo implica el andar abalanzándose de una acción en otra con poco resultado en definitiva. La reformulación de la Masonería es política en el sentido aristotélico: el hombre es un animal político no porque suspira por el poder, sino porque sus acciones están preñadas de consecuencias políticas. En síntesis, nos manifestamos políticamente no tanto por el modo en que votamos como por el modo en que vivimos.

Tomemos un ejemplo específico y algo drástico. La población de los Estados Unidos produce más de 360 millones de toneladas de basura por año, lo que equivale a 1,8 toneladas por año y por persona, o alrededor de 5 kg. Por día. No hay ningún otro país que pueda siquiera aproximarse a esta hazaña. Para desembarazarse de esa montaña de basura, los contribuyentes americanos deben oblar 3.700 millones de dólares por año para su recolección y eliminación. Compárense estos datos con algunos otros gastos anuales: tránsito urbano-130 millones; remodelaciones urbanas-1.500 millones por año.

Mediante esta producción de basura se está tomando una evidente posición política. Si uno participa en esa producción, uno participa en el despilfarro, con todas sus consecuencias. Una de tales consecuencias es una peculiar polución mental el haber tomado al despilfarro como modo de vida. Ahora bien, para que Norteamérica pueda despilfarrar, otras naciones deben contribuir. ¿Y contribuyen en sus propios términos? No, las demás naciones contribuyen en los términos dictados por Norteamérica. ¿Por qué? Porque en este mundo tecnológico los proveedores suministran sus mercaderías en los términos fijados por los consumidores. ¿Y el resultado de esto? Demasiado a menudo se incrementan las injusticias y las desigualdades. La pésima condición del campesino peruano o del trabajador de las plantaciones brasileñas, las pésimas condiciones de la mayoría de los trabajadores manuales del Tercer Mundo, está directamente vinculada con el modo que eligieron los países industriales (los consumidores) para conducir sus asuntos. La producción de basura es en última instancia un acto político mediante el cual afectamos, indirectamente, las vidas de los demás. La ecuación es simple: cuanto más basura producimos, mas adversamente afectamos a la otra gente que se halla en alrededor, podremos ver con claridad que se fraguan y mantienen estructuras y alianzas políticas con el fin de que el petróleo y otros recursos naturales puedan circular hacia los países industrializados.

Ahora bien, desde el momento que la justicia constituye un tema filosófico clásico, uno tiene la esperanza que lo dejen tratar el asunto de la basura, ya que éste es el estadio final del proceso que desde sus inicios exige, en este universo contingente, injusticias y desigualdades.

IX- La reformulación de la Masonería está vitalmente comprometida con el bienestar de la sociedad: Ella mira a la sociedad como una entidad sui generis que posee vida propia. Por consiguiente, la sociedad no puede ser reducida a individuos o considerada como la mera suma total de los individuos que la componen, ni puede ser comprendida a través de su “conducta exterior”. La sociedad es el nexo y la cuna de aspiraciones y visiones que son ciertamente transindividuales. La sociedad es en última instancia uno de los modos del ser espiritual del hombre. La sociedad es, por cierto, muchas otras cosas también: un instrumento para transacciones comerciales, una bestia burocrática e insensible que frustra nuestra búsqueda del sentido. Pero en última instancia debemos representárnosla como un instrumento de perfectibilidad del hombre tanto como, en sentido metafísico, un modo del ser espiritual del hombre.

El contrato social por el cual estamos atados es cooperativo en su misma esencia; no es sino una confirmación de nuestra pertenencia al plan más amplio de cosas llamado cosmos. Es absolutamente evidente que una concepción del cosmos, y de la pobreza, que sea compasiva, simbiótica y cooperativa implica una concepción cooperativa a la sociedad, pues la sociedad es una de las células del cosmos en evolución.

La filosofía académica incluye entre sus componentes a la filosofía social. Pero dentro de sus miras se trata a la sociedad como si ésta fuese un insecto bajo el microscopio: todo es escrutinio analítico, con escaso interés por el bienestar de la sociedad. No es por accidente que el filósofo profesional tan frecuentemente contempla a la sociedad como a un agregado mecánico para manipularlo en términos de conducta observable y mediante leyes estadísticas. Con toda justificación podemos entonces decir que la filosofía actual no se interesa por la sociedad.

X- La reformulación de la Masonería proclama la responsabilidad individual: Insiste en que, además de los derechos por los que luchamos, todos estamos también sujetos a deberes y obligaciones. Al respecto Solzhenitsyn afirma: “La defensa de los derechos individuales ha llegado a tales extremos que la sociedad ha quedado indefensa contra las acciones de ciertos individuos. Es el momento, en Occidente, de defender no tanto los derechos humanos como las obligaciones humanas”. Pero la reformulación de la Masonería también advierte que debe restituirse la soberanía y la autonomía del individuo para que éste pueda ejercitar con sentido sus derechos y sus responsabilidades.

El mundo del especialista es un mundo en el que muletas de todo tipo van tronchando nuestros miembros y demás órganos, incluyendo la mente; es un mundo en el que lentamente se va reemplazando nuestra voluntad y nuestra imaginación por inventos mecánicos; nuestra iniciativa por la computadora central. No hay duda que nuestra crisis es en parte la crisis de la confianza, crisis que está en proporción directa con la delegación de nuestros poderes al experto, al especialista, a la máquina. No hay duda que buena parte de la violencia proviene de nuestra frustración en la búsqueda de la responsabilidad y la iniciativa. Al ser incapaces de hacer cosas significativas por nosotros mismos, hallamos una salida para esta búsqueda frustrada a través de formas patológicas: violencia, destrucción, violación. La violación es, a un nivel del análisis, un ejercicio de la iniciativa individual, un ascenso repentino del individuo adormecido por los tranquilizantes del sistema.

La reformulación de la Masonería sugiere e insiste en que nosotros somos responsables por todo, incluyendo la posiblemente fantástica transformación del mundo hasta un grado que se acerque al punto Omega de Teilhard. La reformulación de la Masonería es voluntarista, pero dentro de los limites del orden natural y de la comprensión compasiva del cosmos. Somos los nuevos Prometeo que tenemos el coraje de encender el fuego de nuestra imaginación de novo; pero también somos conscientes de todo lo que anda mal, y de la enorme responsabilidad que implica el traslado de la antorcha encendida.

XI- La reformulación de la Masonería es tolerante con los fenómenos transfísicos: El intento de comprender el cosmos está enraizado tan hondamente en la naturaleza del hombre como su impulso de sobrevivir en términos físicos. El conocimiento por lo tanto es no sólo un instrumento de sobrevivencia, sino sobre todo la escalera por la que trepamos para alcanzar el ciclo. Vivimos inmersos continuamente en una multitud de tramas que expresan diferentes órdenes de ser que hechizan la complejidad de nuestras relaciones con el mundo. En esa multitud, la trama física es sólo una. Sin embargo, es esta trama particular la que se convirtió en el foco de nuestra atención y el objeto de nuestras investigaciones. Nos hemos obsesionado tanto que casi perdimos de vista todas las otras tramas, a pesar de que esas otras tramas están siempre presentes. Lo sabemos. Pero este “saber” tiene un sentido diferente al del saber oficial. Tenemos grandes dificultades para expresar, en lenguaje común, este sentido diferente del “saber” porque el lenguaje común ha sido monopolizado, e incluso pervertido, por la trama física.

La reformulación de la Masonería pone fin a ese monopolio en la medida que exige una epistemología pluralista, una epistemología diseñada para investigar órdenes de ser y de conciencia que son tanto físicos como transfísicos. Trascender la física e ir más allá de su universo constituye el meollo de toda orden masónica, pues el vocablo metafísica surge justamente del deseo de ir más allá de la física. A través de los milenios, una de las preocupaciones básicas de la filosofía ha sido intentar penetrar los órdenes de ser que están más allá de la física.

Si bien nuestra empresa es ontológica y cosmológica, en la medida que tratamos de determinar y cartografiar la heterogeneidad del universo y de nuestras relaciones con él, nuestro problema, actualmente, es epistemológico, es decir, que pertenece a la teoría del conocimiento. Porque existe en epistemología un monopolio peculiar que tenemos que romper para poder hablar de otros órdenes de ser. Si no lo hacemos, nos quedaremos mudos ante los sostenedores de la epistemología actual, ya sean filósofos o científicos, quienes invariablemente nos preguntaran: ¿cómo puede justificar su afirmación, cuales su evidencia al respecto? Por “justificar” ellos entienden una justificación física, en “términos aceptados”, dentro del marco de la epistemología empirista aceptada de cabo a rabo, marco que también está formado por los diversos tributarios de esa epistemología, las llamadas metodologías. De este modo, las “afirmaciones justificadas” nos retrotraen al universo empirista unidimensional. Por lo tanto, si hemos de lograr una epistemología pluralista, tenemos que romper con esos límites.

¿Se puede justificar la acupuntura? Sencillamente no se puede; o sea, si por justificación se entiende una explicación satisfactoria del fenómeno dentro del marco de referencia empirista actualmente aceptado. De igual modo, ¿cómo se puede justificar el reservorio de conocimiento biológico que todos poseemos, del que todos dependemos vitalmente, y al que todos indirectamente aludimos cuando nos referimos a nuestro instinto, habilidad, presciencia, premonición, intuición, sabiduría, compasión? ¿Se puede justificar la telepatía, la clarividencia y demás fenómenos paranormales? No, no se puede. Pero tampoco se pueden seguir descartando dichos fenómenos con una exclamación al estilo de “son todas patrañas”.

Philip Toynbee escribe: “Uno de los aspectos más desalentadores de todo el asunto la investigación de los fenómenos paranormales es que-al menos durante los últimos 70 años de investigación seria, el establecimiento científico pataleó en un oscurantismo rencoroso y punitivo que constituye una verdadera actualización de la Inquisición”.

La reformulación de la Masonería señala el comienzo de una nueva epistemología: pluralista, basada en la vida, orientada hacia el cosmos, en contraposición en la epistemología actual que está basada en la materia y orientada hacia la máquina. Hay una cuestión a tener firmemente en cuenta: buena parte de la filosofía actual, especialmente la de orientación analítica, consiste en meras notas a pie de página de la epistemología empirista. Esta epistemología, recordemos, representa indirectamente a un universo restrictivo concebido a imagen de una máquina determinista. En consecuencia, no nos dejemos atrapar en la red de las estratagemas de la epistemología actual y sus diversas metodologías, con sus criterios de justificación, evidencia y validez, pues todo eso forma parte de una mafia cognitiva que actúa como guardaespaldas del monopolio del universo unidimensional-objetivo-físico. Por lo tanto, no me traten de impresionar con sus metodologías; ellas no son más que ornamentos grabados sobre una tumba; ellas no tienen nada que ver con la vida, ni con la epistemología de la vida. La reformulación de la Masonería insiste en que, a largo plazo, debemos crear la epistemología de la vida. Hoy día, tenemos que limpiar el terreno, y exponer las limitaciones de la filosofía contemporánea hasta el punto en que ella haya llegado a ser una herramienta respetuosa que perpetúa una concepción mutilada y mutilante del universo.

XII- La reformulación de la Masonería atiende la salud: mientras que la filosofía contemporánea se desentienden de la salud. Los seres humanos somos agregados de partículas físicas en movimiento, pero también somos candelabros luminosos que emanamos pensamientos, emociones, compasión. La reformulación de la Masonería elimina el dualismo cartesiano de mente y materia y considera los diversos estados de ser como partes del mismo espectro físico-mental-espiritual. La totalidad de la historia del universo es la de la materia adquiriendo sensibilidad, el instante de la primera observación, el instante de la toma de conciencia, el instante de la toma de autoconciencia, el punto en que se accede a la espiritualidad. La razón misma es una forma de sensibilidad de la materia. Todo este espectro físico-mental-espiritual es responsabilidad nuestra; y conservar nuestra salud es nuestra responsabilidad. No somos máquinas que hay que reparar cuando se rompe o se gasta una pieza; somos campos de fuerza exquisitamente complejos. Sólo cuando partimos del supuesto de que el hombre y el medio ambiente están formados por campos de fuerzas en interacción empezamos realmente a comprender qué cuestión fascinante es conservar la salud humana, y qué milagroso es que las cosas estén en orden y que nosotros estemos en el estado de salud positiva. Mantener en continuo equilibrio este campo de fuerzas implica hallarse en contacto con la diversidad de fuerzas transfísicas que contribuyen al equilibrio. Estar en estado de salud positiva es estar en buenas relaciones con el cosmos. Esta afirmación puede parecer trivial o críptica, pero se nota que es simple sentido común ni bien uno piensa un poco.

El nuevo modo de pensar sobre la salud se ha deslizado incluso al corazón de lo establecido. El presidente de la Fundación Rockefeller, John Knowles, escribió en 1977 en Science: “Prevenir las enfermedades significa abandonar los malos hábitos disfrutados por mucha gente -sobrealimentación, exceso de bebidas; ingestión de pastillas, acostarse tarde, ejercer la promiscuidad sexual, conducir demasiado rápido, fumar- o, dicho de otra manera, significa hacer cosas que requieren esfuerzos: mejorar la alimentación, hacer ejercicios regularmente, ir al dentista, planificar los nacimientos, asegurar la armonía de la vida familiar, controles médicos periódicos. La idea de responsabilidad individual va contra la historia norteamericana, durante la cual la gente ha estado santificado constantemente la libertad individual al mismo tiempo que la iban eliminando cada vez más mediante el crecimiento del Estado benefactor... la idea de responsabilidad individual dio paso a la de derechos (o demandas) individuales, a ser garantizados por el gobierno y repartidos por las instituciones públicas y privadas. El costo del exceso individual es ahora una responsabilidad nacional, ya no individual. Se justifica este proceder bajo el rótulo de la libertad individual, pero la libertad de unos con su salud es la atadura de otros con impuestos y cuotas médicas. Creo que la idea de un “derecho” a la salud debería reemplazarse por la obligación moral de preservar la propia salud.”

Ahora bien, por qué hay que elevar a nivel de proposición filosófica este compromiso con la propia salud si ya en la escuela primaria a los niños se les dice: “¡Cuiden su salud!”. Según el encuadre de la reformulación de la Masonería, cuidar la propia salud es ser responsable por el fragmento de universo que está junto a uno, expresando reverencia a la vida a través de uno mismo; es parte de una táctica de vida.

Un aspecto de nuestra responsabilidad respecto de nuestra propia salud, o tal vez incluso su requisito previo, es reconocer la santidad de la vida. La santidad de la vida no es algo que se pueda probar científicamente. Sin embargo, la santidad de la vida es una suposición acerca de la naturaleza de la vida, especialmente tal como es percibida, entendida y experimentada por los seres humanos. El reconocimiento de su santidad parece ser un prerrequisito para la preservación de una vida digna de ser vivida. Entonces, si yo experimento la vida como dotada de espiritualidad y santidad, ¿quién sos vos para descartar mi experiencia con los pocos datos empíricos que te engolosinan? No sirve de nada argumentar que “la ciencia no da ningún fundamento para suponer la santidad de la vida”, pues en cierto sentido la ciencia no da nada. Es la gente, culta o inculta, explotadora o compasiva, quienes usan a la ciencia para fundamentar sus puntos de vista, sus opiniones y sus intenciones. Pero hay un problema aquí. Nuestra comprensión y nuestra percepción se verifican, se hacen válidas y adquieren sentido dentro de un marco conceptual. El marco conceptual basado en la ciencia parece excluir el reconocimiento de la santidad de la vida. Pero este marco conceptual es en sí mismo una forma de mitología. Cuando nosotros insistimos acerca de la santidad de la vida estamos operando evidentemente en otro marco conceptual. Todas las cosmovisiones están basadas, en última instancia, en mitologías. Quisiera explicar en pocas palabras por qué la ciencia y su marco conceptual constituyen formas de mitología.

Toda civilización está basada en una mitología. Estoy empleando el término “mitología” no para referirme a una fábula o a una fantasía sino más bien a un conjunto de premisas y creencias que forma la base de nuestra comprensión del mundo. Los griegos antiguos poseían su mitología plena de colorido. La Europa medieval poseía su mitología religiosa. Todas las llamadas sociedades primitivas poseían sus respectivas mitologías. A pesar de todo lo que se diga en contrario, la ciencia es una forma de mitología. Posee sus dogmas no escritos y no probados que son los presupuestos en que se basa. Esta acepta nada críticamente y nada justificadamente una forma de vudú: el método científico. Adora determinados tipos de deidades: los hechos objetivos. Diviniza ciertos modos de conducta: la búsqueda de la objetividad. Sanciona una moral determinada: la neutralidad.

Como ocurre con las mitologías clásicas, todas estas partes están conectadas y dependen mutuamente. La neutralidad es un ingrediente moral necesario para hacer de la búsqueda de la objetividad un modo de conducta privilegiado, preferido y superior. La objetividad, a su vez es necesaria para elevar al grado de divinidad los “hechos objetivos”. Divinizar los hechos objetivos sirve, a su vez, para justificar el método científico, el que así es concebido para permitimos explorar, y guardar como reliquias, aquellos mismos tipos de hechos. Los hechos objetivos y el método científico, a su vez, son necesarios para “justificar” los presupuestos de la ciencia, pues dichos presupuestos son concebidos de modo tal que sólo nos revelan lo que el método científico permite, que es lo que está contenido en la noción de “hechos físicos”. La estructura de la mitología científica no es menos compleja que la estructura de las mitologías tradicionales.

No se intenta disminuir la importancia de la ciencia. Las mitologías son terriblemente importantes en la vida de las sociedades y de las civilizaciones. Nosotros no podemos percibir fácilmente que la ciencia es una forma de mitología porque la ciencia es el filtro o el telescopio a través del cual miramos el mundo. Cuando la usamos, percibimos lo que ella revela; pero muy raramente lo que ella es. Además, meterse con la ciencia y su mitología implica meterse con toda la realidad que la ciencia construyó para nosotros. Rehusamos a meternos con nuestra perspectiva básica de la “realidad” porque esto podría crear un desafío demasiado grande a nuestra identidad, la que está parcialmente formada por nuestra perspectiva científica del mundo. Nos adherimos tenazmente a la mitología de la ciencia porque gran parte nos fue embutida en las cabezas desde la escuela, cuando éramos aún niños y poco críticos. No podremos desafiarla con éxito ni liberamos hasta que logremos desarrollar una mitología alternativa. La necesidad imperiosa de nuestra época consiste en crear una cosmovisión alternativa o una mitología alternativa. La reformulación de la Masonería se ofrece como posible candidata.

En síntesis, debemos tener en claro que el primer diagrama no es un catálogo de las virtudes de la reformulación de la Masonería aquí propuesta, sino una representación gráfica de la creencia fundamental de que, hasta y salvo que adquiramos un esquema conceptual que sea suficientemente comprehensivo y abarcador, no podremos acomodar ni articular la diversidad de nuevas relaciones que son necesarias para la cosmovisión ecológicamente sana y humanamente armoniosa; o sea, para las nuevas tácticas de vida.

También es necesario resaltar las conexiones esenciales entre los dos respectivos diagramas. Constituyen dos paradigmas conectados pero incompatibles. A medida que vamos girando alrededor de los componentes particulares de cada diagrama, es posible notar que cada componente determina de un modo sutil el siguiente, y que éste queda sutilmente determinado por el que lo antecede. La filosofía actual no puede servir más que a los que están espiritualmente muertos, pues su universo está muerto: materia inanimada, hechos físicos, relaciones lógicas objetivas. Por esta razón, al tener a su disposición los conceptos que son específicos de ese universo muerto, no puede servir más que a los socialmente no comprometidos, ya que el compromiso social no es una categoría objetiva. No puede servir más que a los políticamente indiferentes, pues la política es algo demasiado grande para sus alcances. No puede servir más que a los que no se pronuncian ante la responsabilidad individual, pues la idea de responsabilidad excede su alcance y su jurisdicción. No puede servir más que a los que buscan información, pues la información consiste en aquellos pedazos que encajan perfectamente en sus requerimientos, mientras que la sabiduría no. No puede servir más que a los que olvidan lo ambiental y ecológico, pues su premisa oculta es que el medio ambiente ha de ser dominado por el hombre y explotado en su solo beneficio. No puede servir más que de sustento, si bien sólo indirectamente, a la persecución del progreso material. No puede servir más que a los que se desentienden de la salud pues, según en su óptica, la salud únicamente se consigue visitando a los especialistas médicos. No puede servir más que a los intolerantes, e incluso hostiles, respecto de los fenómenos transfísicos ya que éstos violan el universo de su discurso, que toman como válido e inmutable. Detrás de la mutilante estrechez de la filosofía actual yace la gran sombra del empirismo lógico, con su concepción de los seudoproblemas, el que fue usado como un machete para eliminar del campo de la filosofía los problemas más significativos y vitales.

Ahora bien, si partimos de una premisa cardinal diferente, por ejemplo que la filosofía está orientada hacia la vida y que su misión es el mejoramiento de la vida, entonces de allí se desprenden todas las demás características del diagrama y de la reformulación de la Masonería. Esta nueva Masonería debe estar espiritualmente viva para comprender al ser humano, al agente espiritual. Debe interesarse por la sabiduría, pues el hombre no vive únicamente de hechos físicos. Debe estar ecológicamente comprometida y sustentar la economía de la calidad de vida. En lugar de repetir las principales características de la reformulación de la Masonería quisiera subrayar algunas de sus principales conclusiones. La objetividad no existe en la naturaleza. “Si la naturaleza hubiese querido que fuésemos especialistas, nos hubiese equipado con un microscopio en un ojo y un telescopio en el otro”. La sabiduría es esencialmente no cuantificable. La vida no basada en criterios cualitativos carece de significado. Nos manifestamos políticamente no tanto por el modo en que votamos como por el modo en que vivimos. La sociedad es uno de los modos del ser espiritual del hombre. “Es el momento, en Occidente, de defender no tanto los derechos humanos como las obligaciones humanas”. La epistemología pluralista es tolerante con los fenómenos transfísicos y admite una diversidad de modos de ser. “La idea de un derecho a la salud debería reemplazarse por la obligación moral de preservar la propia salud”.

Este es entonces uno de los mensajes esenciales de la reformulación de la Masonería: podemos atacar todos los elementos de nuestra vida social, individual, espiritual, ecológica y política no separadamente sino atacando a todos ellos a la vez. Más aún, si no los atacamos a todos, ninguno será atacado. Esta es al menos una explicación parcial de por qué muchos excelentes programas alternativos (como el Movimiento Ecológico) han fracasado. Sus ópticas eran demasiado limitadas. Ellos la emprendieron sólo con un sector y consideraron a ese sector como el todo.

La reformulación de la Masonería es un capitulo más en nuestro diálogo continuo con el universo siempre en transformación. Al transformarnos a nosotros mismos y nuestras relaciones con él, estamos transformando y co-creando el universo. Más allá del trance letárgico de la inercia tecnológica, estamos emergiendo con una conciencia realzada de nuestro destino, que consiste en construir un mundo responsable asumiendo nuestra propia responsabilidad, la cual consiste en imbuir al mundo de sentido y compasión, lo que consiste a su vez en continuar la historia inacabada de Prometeo: la historia del desarrollo humano, de la cual son ejemplos luminosos e inspiradores la tradición masónica pasada.