Sunday, September 30, 2007

LA MEMORIA MASÓNICA

En el desarrollo de su formación, la masonería al activar una operación parte del estado momentáneo en el que se encuentra. La masonería no puede encontrarse ni en su futuro ni puede regresar a su propio pasado. También la memoria sólo puede activar operaciones presentes. Pero entonces, ¿cuál es la función de esta memoria, una vez dada esta delimitación temporal que la circunscribe al presente? Dado que el presente se dispone de muy poco tiempo, la función primordial de la memoria debería consistir en reprimir el pasado y así liberar capacidad de procesar información para que la memoria quede abierta a nuevas tareas. Esto es admitido, por ejemplo, para los sistemas neurofisiológicos. No obstante, esta primacía del olvido no es válida sin excepciones. A su vez, de manera excepcional esta represión puede ser puesta en suspenso y con esta técnica la masonería llegaría a lo positivo, esto es, a valores específicamente propios que son perdurables. Sólo en la superficie de la vivencia conciente surge la impresión de que la masonería se esfuerza en recordar algo del pasado y que la memoria ayuda para eso. En efecto, la memoria produce consecuencias en todas las operaciones de la masonería y aparta permanentemente lo que la masonería habrá de utilizar en la reutilización. Esto puede suceder en intervalos de tiempo muy cortos o, en parte, en intervalos de larga duración para refrendar aquellos valores específicamente propios de la institución. La memoria en cierta manera reimpregna las permanentes capacidades de la masonería para asegurar tanto la recursividad como la capacidad de enlace de las operaciones propias. Traducido esto al lenguaje de la teoría de la información, la memoria ayuda a la masonería a que combine redundancia y variedad, y éste es un presupuesto ineludible para que la información se haga visible y se pueda procesar.

Una institución autoreferencial como la masonería debe trabajar con clausura operativa, de otra manera no se podría diferenciar del entorno, por tanto, no podría interpretar sus propias operaciones como propias y no simplemente como acontecimientos del entorno. Sin clausura operativa no sería posible ninguna memoria, ya que finalmente la masonería debe en todo lo que recuerda recordar que ella es quien recuerda. Sin embargo, este síndrome de operación – observación – memoria se compensa precisamente por el hecho de que la masonería no puede entrar en contacto con el entorno, la masonería sólo puede utilizar sus límites en el lado interno y no en el lado externo.

Se puede explicar por qué es necesaria esta función memoria en instituciones que empíricamente se han mantenido en la evolución, recurriendo al cálculo y en conjunto a la figura de la retroalimentación. La distinción que entra dentro de sí misma. La masonería no puede partir simplemente de su estado presente si es que quiere efectuar posibilidades de enlace, sino que tiene que introducir en ese estado presente distinciones para poder designar algo con lo que se pueda enlazar.

Sólo con ayuda de la memoria la masonería está en situación de distinguir entre pasado y futuro y en ambas direcciones practicar selectividad. Partiendo del presente puede olvidar el pasado, o presuponer el futuro en todas las distinciones que utilice, por tanto, la institución puede oscilar dentro de la distinción entre pasado y futuro. Puede entonces trabajar con la distinción institución – entorno y dejar abierta la posibilidad de escoger entre temas dirigidos a su propia referencia o temas dirigidos a la referencia de lo otro.

Esta distinción del tiempo pasado – futuro es totalmente independiente de si se la entiende en el recuadro de la cosmografía aristotélica o si se la entiende con presupuestos radicales constructivistas. Esto es algo que puede quedar aquí abierto. Para la teoría de la memoria lo importante es primero aprehender la memoria como punto ciego de la distinción entre pasado y futuro. O para decirlo de otra manera, se exige de la teoría de la memoria que responda a la pregunta cómo es posible para la memoria enlazar pasado con futuro.

Lo anterior implica que la masonería observa su diferencia por la distinción propio entorno que produce una indeterminación interna. La indeterminación interna no proviene de que la masonería no sepa o no pueda saber cómo es que el entorno cambiará o cómo es que estos cambios repercutirán en su interior. Eso también, por la razón de la indeterminación interna es parte de la masonería. Desde el punto de vista estrictamente matemático, la masonería opera autorreferencialmente y con ello hace explotar sus propias posibilidades de enlace en lo incalculable, esto es, la masonería se vuelve para sí mismo y para otros observadores imposible de pronosticar. La indeterminación interna es el correlato de la clausura operativa, esto es como sistema operativo no puede hacer contacto con su entorno, y se orienta tan sólo por su autodeterminación y por eso mismo debe comprobar que todas sus estructuras son resultado de sus propias operaciones.

La teoría política clásica trató este problema en el sentido de la paradoja de la soberanía: un momento ineludible de arbitrariedad inserto en el vértice de la masonería. Esto también repercutió en la teoría de la decisión política con la consecuencia de que el componente político de las decisiones encierra un momento de arbitrariedad, a diferencia de las decisiones rutinarias totalmente programas que se pueden calcular. La política, en otras palabras, se aprehendió como decisionista con la secuela de una desconfianza elemental burguesa que se tuvo que suavizar con el postulado de la democracia. Pero ¿no se tendría que corregir el punto de partida de esta posición? Primero, desde el punto de vista empírico no existe ninguna arbitrariedad, esto es, no hay ninguna conducta a la que no pueda atribuírsele una causa. Segundo, cada decisión se puede aprehender como el despliegue de la paradoja: de otra manera no se haría reconocible como decisión. Si se admite esto, entonces qué hay que colocar en lugar de la paradoja de la soberanía.

Intentemos acercarnos a este problema con la ayuda de la teoría de los sistemas auto referenciales y en espacial recurriendo al análisis de la función de la memoria de la masonería. Con este objetivo comprenderemos la teoría general de la memoria de manera lo suficientemente amplia para que podamos aplicar a los sistemas sociales, en vez de reducirlos a sistemas neurobiológicos. Esto no es lo usual ni siquiera en las nuevas teorías sobre la memoria que trabajan con posiciones constructivistas y con el teorema de la clausura operativa.

Es necesario que se expliquen algunos presupuestos. Las instituciones como la masonería se producen y se reproducen mediante comunicación. La comunicación debe ser aprehendida como una operación que incluye el acto de entenderla. Por tanto, no se trata tan sólo de un proceso de transmisión de señales de un sujeto a otro en donde basta que la memoria sea memoria de personas o de organizaciones. Sólo la comunicación que incluye al acto de entender y que puede anticipar ese entendimiento dispone de memoria, ya que de otra manera no sería posible valorar lo que se sabe o no se sabe, o lo que se entiende o no se entiende. Esto implica que todo sistema social activa y reproduce su memoria en la operación comunicativa y que dependerá de la forma de comunicación que se llegue a activar lo que la memoria sea capaz de recordar o de olvidar.